En la historia del arte han existido obras que han marcado a la humanidad por generaciones enteras. Basta con recordar lienzos como La noche estrellada de Vincent Van Gogh, El Grito de Edvard Munch, el Guernica de Pablo Picasso, El Beso de Gustav Klimt o El Nacimiento de Venus de Sandro Botticelli, para darnos cuenta de que en las pinturas y los pinceles tiene el hombre una de las más relevantes muestras de su capacidad artística. Pero entre todos ellos destaca el maestro Leonardo Da Vinci, que con obras como La Monalisa o La Última Cena, se ganó un lugar entre los grandes de todos los tiempos. La pintura de Da Vinci ha dado lugar no solo a la admiración global, sino también a la investigación exhaustiva, naciendo así un montón de anécdotas interesantes. Una de ellas la encontramos justamente en La Última Cena, y se relaciona con la historia de Jesús y Judas. Acompáñanos en Supercurioso a saber de qué se trata.
La Última Cena, una obra legendaria
La Última Cena (Il cenacolo) es el famoso fresco que pintó Leonardo da Vinci entre los años 1495 y 1497. Si tienes la oportunidad de visitar Milán, no puedes dejar de acercarte al convento dominico de Santa Maria delle Grazie, en donde aún reposa, estremecedor, la obra original. Las curiosidades de La Última Cena han sido objeto de interés e incluso de obsesión de cientos de apasionados del arte durante siglos. Por ejemplo, ha llegado a descubrirse que en esta imagen en la que se representa el Evangelio de Juan, se combinan algunos elementos que la convierten en un hito del arte. Uno de ellos es la composición, en la que todos los personajes dirigen la mirada hacia Jesús, en el centro de la obra.
Otro elemento interesante es el reflejo de las emociones que se logra en el rostro de cada uno de los personajes. Si miramos el cuadro de izquierda a derecha nos encontramos con Bartolomé, Santiago y Andrés, quienes parecen estar horrorizados. También vemos a Juan, con un aspecto afeminado que ha llevado a muchos a concluir que se trata de María Magdalena. Pedro, Tomás, Santiago el Mayor y Felipe se suman al grupo. Pero son Jesús y Judas quienes, al menos de modo simbólico, se destacan. La escena anuncia, según vemos también en Evangelio de Juan, que esa noche Jesús devela la presencia de un traidor entre sus filas. Es Judas, quien le ha vendido por unas cuantas monedas
La curiosa historia de Jesús y Judas en La Última Cena
La historia de Jesús y Judas en el cuadro de La Última Cena, no solo es original, sino también un tanto desoladora. Leonardo tardó varios años en escoger a los modelos para su pintura. Muchos artistas coetáneos suyos repetían las figuras de una obra a otra si habían tenido éxito con ellas. Los modelos eran los mismos, no importaba a quien representasen, pero Da Vinci tenía otra forma de trabajar. Estudiaba la naturaleza y el aspecto de la figura que quería representar y luego, cuando sabía lo que quería, se dirigía a algún lugar en el que presumiblemente encontraría personas con esas características. Tomaba apuntes de sus rostros, movimientos y actitudes, y no se detenía hasta que encontraba el modelo que se ajustara a lo que tenía en mente.
En el caso de La Última Cena, eligió con especial cuidado a sus modelos. Y entre ellos Jesús y Judas eran las dos figuras más importantes a representar. Cuenta la leyenda que, para el Jesucristo, Da Vinci encontró a un joven que era exactamente lo que buscaba. El elegido trasmitía a la vez vida y fuerza espiritual. Era un jovencito de apenas veinte años, con expresión serena e inocente, y un rostro libre de las marcas y cicatrices de la vida. Durante seis meses, posó como modelo para él. Una vez terminada aquella figura, pasó el tiempo. La obra estaba prácticamente acabada, pero aún faltaban aspectos vitales. El Prior de Santa Maria delle Grazie se impacientaba e incluso se quejó al Duque, Ludovico Sforza, que había encargado el fresco para el refectorio del convento, de que Judas aún no tenía cara.
Jesús y Judas eran los indiscutibles protagonistas de la pintura, así que el hecho de que este último aún no tuviese un rostro resultaba alarmante. Leonardo respondió a las demandas diciendo que aún no había encontrado un modelo que reflejase en su cara la traición y depravación, pero que si el prior insistía en el tema, la cara de Judas sería la suya. La leyenda prosigue explicando que, finalmente, Leonardo se dirigió a la cárcel, al lugar donde estaban los condenados a muerte, para ver si encontraba a su modelo. Allí vio a un hombre que había cometido muchas atrocidades y al que iban a ajusticiar.
Aquel extraño era exactamente lo que buscaba para completar la dupla de Jesús y Judas. Su rostro, marcado por las cicatrices, reflejaba maldad, odio y villanía. Tenía en sus ojos una dureza y una frialdad perfectas para Judas el traidor. Pidió permiso al Duque para pintarlo y se pospuso su ejecución para que sirviese de modelo al maestro. Cuando acabaron, el hombre se dirigió a Leonardo preguntándole si no lo reconocía. Este le contestó que no creía haberlo visto antes. Entonces, el condenado le confesó que era el mismo que había posado para la figura de Jesús. Llorando se lamentó de la deriva que había tomado su vida y exclamó: ¡qué bajo he caído, ayer fui Jesús y hoy soy Judas!
Posiblemente esta curiosa historia no sea más que una leyenda, pero sí que es cierto que Da Vinci elegía con especial cuidado a sus modelos y quería que sus caras fueran la expresión de sus almas. Y es lo que podemos apreciar en otra de sus obras más célebres, y es que por siglos se mantuvo el misterio de quién fue la Mona Lisa en realidad. Si te interesa acercarte al pensamiento de uno de los genios creativos más legendarios de todos los tiempos, no te pierdas esta selección de las mejores frases de Leonardo Da Vinci.