El de los escritores no es el oficio con mayor tasa de suicidios en el mundo, aunque son los más conocidos gracias a la notoriedad de las víctimas. En este artículo te hablaremos de cinco casos trágicos: dos hispanoamericanos, uno estadounidense y dos europeos que con su obra, pero también con su muerte, conmovieron al mundo.
Horacio Quiroga y Alfonsina Storni
La vida del escritor uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937) estuvo signada por la tragedia y la muerte desde el principio: su padre murió en un accidente de cacería, su primera esposa se suicidó y él mismo mató accidentalmente a su mejor amigo de un disparo.
No es de extrañar, por ello, que su obra haya estado marcada por la muerte y sus extraordinarios relatos hayan sido relacionados con los de Edgar Allan Poe. En 1937 acabó con su vida tomando un vaso de cianuro, al enterarse de que tenía cáncer de próstata.
“Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
y así como siempre en tus cuentos, no está mal;
un rayo a tiempo y se acabó la feria…
Allá dirán”.
Con estos versos comienza el poema dedicado a la muerte de su amigo la poetisa argentina Alfonsina Storni (1892-1938). Se habían conocido en Buenos Aires, donde se hicieron amigos íntimos y mantuvieron una relación muy cercana hasta 1927, cuando el escritor se casó por segunda vez. En el caso de Storni también el cáncer jugó un papel importante al diagnosticársele en 1935 y ser sometida a una operación de senos que no detuvo el avance de la enfermedad.
Se suicidó en 1938 arrojándose al mar desde una escollera en Mar de Plata, y su cuerpo fue hallado en la playa al día siguiente.
Su muerte no fue tan poética como parece en la canción popularizada por Mercedes Sosa en los años setenta.
Virginia Woolf y Ernest Hemingway
“Siento que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Y no puedo recuperarme esta vez. Comienzo a oír voces, y no puedo concentrarme. Así que hago lo que me parece lo mejor que puedo hacer.”
(Así escribe en la última carta de Virginia Woolf a su esposo, despidiéndose de él).
En los casos de las muertes voluntarias de la inglesa Virginia Woolf (1882-1941) y del norteamericano Ernest Hemingway (1899-1961), los trastornos mentales jugaron un papel fundamental.
Considerada como una de las escritoras más importantes del siglo XX, Virginia Woolf vivió afectada por una enfermedad que en años posteriores a su muerte recibiría el nombre de trastorno bipolar.
Esta condición, sumada a los bombardeos de Londres durante la Segunda Guerra Mundial, en la que su casa fue destruida, crearon las condiciones para que un día de marzo llenase los bolsillos de su abrigo con piedras y se ahogase en el río Ouse.
El cuentista, novelista y periodista, sobreviviente de la Primera Guerra Mundial, de la Guerra Civil española, de la guerra contra los nazis, de al menos dos accidentes aéreos y cuatro matrimonios, no pudo en cambio derrotar una enfermedad hereditaria que ya había provocado los suicidios de su padre, de su hermana Ursula y de su hermano Leicester.
Esta enfermedad es conocida como hemocromatosis: el cuerpo no puede asimilar el hierro y esta condición conduce al deterioro mental y físico. En 1961, en su casa en Ketchum, Idaho, después de varios intentos frustrados, el escritor logró dispararse en la boca con una de sus armas de cacería.
Pavese, un homicida tímido
“Un suicida es un homicida tímido”, escribió alguna vez el poeta y narrador italiano Cesare Pavese (1908-1950), y por ello es el título de nuestro artículo. La vida de Pavese no fue tan intensa como la de Hemingway, aunque se vio marcada por la resistencia al fascismo durante el gobierno de Mussolini, y por su adhesión al Partido Comunista italiano después de la Segunda Guerra Mundial.
Pero no fue la política ni su compromiso social lo que lo condujeron al suicidio, sino la soledad y el desamor. En agosto de 1950, tras el fin de su relación con la actriz norteamericana Constance Dowling y bajo los efectos de una depresión, se suicidó ingiriendo somníferos en una habitación de hotel.
“Uno no se mata por el amor de una mujer”, escribió, “Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada”.
¿Qué crees tú? Muchas veces el dolor hace que decidamos esta salida extrema.