¿Qué hubiera pensado el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler (1571-1630) si le hubieran dicho que en cuatrocientos años su nombre estaría asociado al descubrimiento de planetas fuera del sistema solar y a la búsqueda de una nueva tierra? Tal vez no se hubiese sorprendido, pues también se dedicó a la astrología y la elaboración de almanaques; o hubiese meditado sobre los designios misteriosos de la divinidad, porque también estuvo a punto de convertirse en ministro luterano.

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Aunque su trascendencia está ligada a su vinculación a la revolución científica de su tiempo, a la que se ligó al descubrir y enunciar las leyes sobre el movimiento de los planetas en su órbita alrededor del Sol.

Planetas en zonas habitables

El 6 de marzo de 2009 la NASA lanzó desde Cabo Cañaveral un satélite con el nombre de este astrónomo alemán, con el objetivo de colocarse en órbita en torno al sol y dedicarse a buscar exoplanetas, es decir, planetas fuera de nuestro sistema solar, intentando localizar específicamente aquellos que tuviesen un tamaño y una posición similar a la de la Tierra.

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Hasta ahora, a través de otros observatorios y satélites, habían podido detectarse planetas de mayor tamaño que la Tierra, similares a Júpiter o Saturno, pero gracias al equipo de Kepler la búsqueda ha podido ampliarse, culminando en julio de 2015 con el descubrimiento de lo que se ha dado en llamar extra oficialmente “Tierra 2.0” (oficialmente Kepler-452b, similar al nombre del satélite).

En sus casi tres mil días de viaje espacial, Kepler ha detectado más de mil planetas y ha llevado a los astrónomos a estimar que deben haber al menos 17 millones de planetas en la galaxia, muchos de ellos organizados como nuestro sistema solar y con buenas probabilidades de que alguno de ellos se encuentre en la “zona de habitabilidad”, que vendría a ser estar ubicado a una distancia de la estrella que permita la presencia de agua en estado líquido.

Cosas de Kepler

Veamos algunos datos de Kepler-452b: su estrella se encuentra a 1.400 años luz de la Tierra y es de un tamaño similar a nuestro sol, y aunque el planeta es dos veces más grande que la Tierra se encuentra en la “zona de habitabilidad”.

Tarda 385 días en dar la vuelta a su sol, es casi seguro que sea rocoso –y no un gigante gaseoso como nuestros hermanos Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno– y es un poco más viejo, con 6.000 millones de años de antigüedad.

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Seguro Johannes Kepler se hubiera sentido profundamente orgulloso de este descubrimiento que nos permite ahondar un poco más en el conocimiento del universo que nos rodea. Y como siempre hay que ver cada arista de las historias, lee también ¿Estamos solos en el universo? La respuesta da miedo…