¿Cómo nos imaginamos la vida en la antigua Babilonia, siendo que fue una ciudad destruida hasta sus cimientos varias veces a lo largo de su historia? Sin embargo, gracias al rey Nabucodonosor II, que fue uno de los que recobró su grandeza, y a las excavaciones alemanas e inglesas de finales del siglo XIX, hoy en día podemos atisbar el modo en que pudieron vivir los pueblos de Mesopotamia.
¿Cómo era la vida en la antigua Babilonia?
Además de los restos arqueológicos, tenemos a nuestro favor las famosas tablillas de arcilla o piedra donde el ser humano intentó, quizá por primera vez, un sistema de escritura cuneiforme; y luego los relatos del historiador griego Herodoto o los testimonios judaicos, tamizados ambos por prejuicios culturales.
En la fértil región de Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, se asentó la cuna de la civilización. Las antiguas ciudades sumerias que habían ocupado antes la zona dieron paso a otras, como Babilonia, que bajo el mando del rey Hammurabi, “el favorito de Marduk”, floreció hacia el año 1762 a.C., y se constituyó como la principal ciudad del mundo antiguo. Con él, se alcanzó un gran nivel de intercambio comercial, cultural, religioso y legal, y se erigió en señor de toda Mesopotamia; pero a su muerte, en 1750 a.C., sus sucesores fueron incapaces de mantener el poderío, y aquel imperio se desmoronó gracias a un ataque de los pueblos hititas hacia 1530 a.C.
Sin embargo, lo que más conocemos es la Babilonia de Nabucodonosor II, hacia el siglo VII a.C. Este rey amuralló el interior de la ya amurallada ciudad, la reconstruyó y ordenó la construcción de los famosos Jardines Colgantes, como un presente para su esposa.
La vida en la antigua Babilonia, así, transcurría entre murallas, incluso las casas particulares reproducían en pequeña escala las áreas de templos y palacios, con muros escalonados que daban a patios interiores. Sus ruinas se sitúan a poco menos de 100 km al sur de la actual Bagdag.
Lo primero que salta a la vista es el material de que estaba hecha casi toda la ciudad: ladrillos cocidos de adobe. No se utilizaron piedras para su construcción. En cambio, desarrollaron la técnica de la cerámica vidriada, que consiste en cubrir los adobes de un esmalte con un tipo de barniz, que podía basarse en plomo u otras sustancias.
Con ellos cubrieron la Puerta de Ishtar –ubicada en la entrada norte de la muralla–, elaborando hermosas imágenes de leones y grifos sobre un característico color azul. El tejido urbano aparecía cruzado de numerosos canales para mejorar el sistema de riego y las zonas cultivables, y sobresalía la Avenida de las Procesiones, que iba paralela al río Éufrates y dividía de alguna manera los espacios religiosos, palaciegos y militares de la ciudad. Las otras vías o calles del espacio interior iban paralelas u ortogonales al Éufrates, y tenían nombres de dioses.
Las casas particulares eran más bien sencillas, de dos o tres plantas que daban a un patio interno, tenían pocas ventanas al exterior y quienes disfrutaban de mayor prosperidad construían espacios más grandes, pero por regla general casi todas eran pequeñas. Su vida social, según registros históricos, se hacía en torno al mercado o el templo; las mujeres trabajaban igual que los hombres y tenían similares derechos, y en general eran más libres que las de la vecina Asiria.
Y más libres eran hombres y mujeres, que tenían un concepto distinto de la sexualidad, tal y como lo atestiguan las famosas tablas de terracota con más que explícitas posturas sexuales. Contrariamente a lo que se pueda imaginar, aquélla no era una cultura mojigata; diversos estudios han determinado el carácter de consumo popular de estas tablillas eróticas, y se podían conseguir en casas particulares, en los templos y, cómo no, en las tumbas. El sexo para ellos no constituía ningún tabú, y llevar estas pequeñas placas consigo (cabían en la palma de la mano) era, al parecer, bastante corriente.
Hay historiadores que han asociado esta costumbre a la hierogamia, es decir, la unión sagrada y ceremonial entre el rey y la sacerdotisa máxima que se realizaba cada año y representaba la unión entre los dioses Dumuzi e Inanna para asegurar las buenas cosechas. Otros, también las asociaron a cierto tipo de arte –debido sobre todo a la gran cantidad de placas encontradas y a los lugares cotidianos donde se hallaron– que vendían tal vez a precios módicos. Y hay otros, más actuales y rigurosos, que consideran estas tablillas eróticas como objetos mágicos, una especie de amuletos de fertilidad, o de adoración de la diosa Inanna (como nuestros escapularios), e incluso de protección de hogares, pero también de las partes corporales asociadas al sexo (vagina, recto, boca) que servirían de entrada a espíritus malignos.
Como te habrás dado cuenta, la magia era muy importante en la vida en la antigua Babilonia, y por ello allí, como en muchos otros pueblos, se practicaba la adivinación y la observación de los astros para predecir la vida futura. Creían que las estrellas habían sido colocadas en el firmamento por los dioses, y sus movimientos serían presagios de lo que ocurriría en la Tierra.
Otro de los datos interesantísimos que los arqueólogos han podido descifrar de la escritura cuneiforme fue un contrato entre el Estado y una sacerdotisa, con respecto a la adopción de un niño abandonado. Si bien entre los babilonios se practicaba también el abandono de bebés, como en Roma, al parecer se permitía adoptarlos. Ése fue el caso de esta sacerdotisa que quiso convertirlo en su hijo, y el Estado aceptó la decisión. Y no sólo eso, en la tablilla donde está escrito el contrato, se establecieron las consecuencias en caso de que ella no cumpliese como madre: “Si dices luego que no es tu hijo, perderás tu casa, el campo, el huerto, los esclavos y todas las posesiones que tengas”.
Y al lado de esto, también podríamos mencionar la actitud hacia los esclavos; aunque su vida en la antigua Babilonia estaba privada de derechos, podían casarse con personas libres, liberarse a sí mismos (si conseguían el dinero) e incluso llevar negocios. Algunos eran propiedad del templo o del estado, y otros de particulares, y se adquiría la condición de esclavos por ser prisioneros de guerra o por no pagar deudas. Llevaban en el cuerpo o la cabeza una marca que los distinguía del resto de la población.
Babilonia, y Mesopotamia en general, constituye una parte importantísima de nuestra historia, y conocerla es entender de dónde vienen las culturas posteriores, como las semitas, árabes y judaicas, y las mediterráneas.
Como último dato, te diremos que Alejandro Magno murió en Babilonia, después de mandar a demoler el zigurat de Etemenanki (la torre de Babel, según la Biblia), y antes de poderlo reconstruir. Si te gustó este artículo, entonces no puedes perderte cómo era vivir en la antigüedad de Roma o de Japón.