Si actualmente son pocas las mujeres que llegan a destacar en el mundo de las ciencias, en siglos pasados era prácticamente imposible. Las mujeres tenían muy pocas opciones: el matrimonio y la maternidad, el servicio doméstico, la enseñanza o profesar en un convento. Los casos de féminas que pudieron desarrollar una carrera fuera de esos ámbitos son muy escasos. En Supercurioso os hablamos de María la Judía o de 5 brillantes mujeres artistas olvidadas por la historia y en esta ocasión queremos acercarnos a Mary Somerville, la Reina de las Ciencias del siglo XIX.

Mary Somerville una mujer científica en el siglo XIX

El mérito de Mary Somerville radica en haber sido una pionera de la ciencia y una extraordinaria divulgadora en un momento histórico en el que sus intereses científicos se consideraban totalmente inadecuados para una dama respetable. Mary supo compaginar ambas facetas ya que por un lado contentó a la sociedad más reaccionaria casándose dos veces y criando una familia y por otro consiguió ser una autoridad en campos como la astronomía y las matemáticas tanto en Gran Bretaña como en el extranjero.

Mary Somerville, la Reina de las Ciencias del siglo XIX

Mary Fairfax Greig Somerville nació en Escocia en 1780. Su padre era vicealmirante de la armada británica. Era la quinta de siete hermanos, tres de los cuales murieron en la infancia. Los varones recibieron una buena educación, pero a las chicas se les enseñó a leer y poco más. Afortunadamente, cuando Mary tenía 10 años tuvo la ocasión de acudir a un colegio durante un año y en él se le despertó una gran afición por la lectura. Apoyada por uno de sus tíos consiguió que le permitieran estudiar latín, eso sí sin descuidar todas las materias que le ayudarían a contraer un buen matrimonio. Canto, costura, piano y pintura, y fue en las clases de ese arte donde descubrió las matemáticas. El profesor de dibujo observó el interés que sentía por la geometría euclidiana mientras explicaba un problema de perspectiva a un alumno. El tutor de su hermano le facilitó libros de álgebra que ella estudió con gran interés.

 

A los 24 años, siguiendo las indicaciones de sus padres, contrajo matrimonio con un oficial naval y se trasladó a Londres. Su marido, que no entendió su pasión por las matemáticas, fallecería 3 años después dejándola viuda y con dos niños. Ella volvió a Edimburgo (una ciudad muy curiosa) y colaboró con el matemático William Wallace resolviendo diversos problemas matemáticos, consiguiendo un galardón por ello.

Mary Somerville, la Reina de las Ciencias del siglo XIX

En 1812 volvió a contraer matrimonio, esta vez con un hombre, William Somerville, que la apoyó y entendió su pasión por la ciencia. Amplió sus intereses hacia la botánica, la geología, la astronomía y el griego. Fue propuesta para traducir del francés el libro de Laplace «La mecánica celeste». No solo lo hizo excelentemente, sino que añadió por su cuenta explicaciones que facilitaban la comprensión de las bases matemáticas de su autor. El libro fue un gran éxito y la catapultó a la fama. En 1834, tras una estancia en París publicó su segundo libro «La conexión de las ciencias físicas» que inspiró al astrónomo John Couch Adams al descubrimiento de Neptuno.

Mary Somerville, la Reina de las Ciencias del siglo XIX

Fue tutora y mentora de la prodigiosa hija de Lord Byron, Ada Lovelace, de la que ya os hablamos en Supercurioso. Mary Somerville se trasladó a Italia donde vivió durante muchos años debido a una enfermedad que aquejó a su marido. Escribió numerosos libros y ensayos, siendo además miembro de sociedades científicas de muchos países del mundo. Su fama era tal que Stuart Mill en 1868, cuando recogió firmas para conseguir el voto para la mujer, la hizo firmar a ella en primer lugar. Murió en Nápoles en 1872 a los 92 años de edad. El diario «The Morning Post» al hacerse eco de su fallecimiento la nombró «La reina de las ciencias del siglo XIX».

El científico Sir David Brewster dijo de ella que era:

«sin duda la mujer más extraordinaria de Europa: una matemática de primer rango con toda la gentileza de una mujer»

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