Seguramente has escuchado hablar o leído en algún lado sobre los eunucos. De hecho, uno de los personajes clave en la afamada serie Juego de Tronos es, por supuesto, un eunuco.

Pero, ¿de qué se trata? Es la extirpación total o parcial de los genitales masculinos, proceso llamado emasculación o evisceración. Es parcial cuando se extirpan o se inutilizan (¡a través de golpes!) los testículos, o cuando sólo se corta el pene, y es total cuando la mutilación es completa: pene y testículos. Sigue leyendo y te enteras.

¿Sabías que hoy en día aún hay eunucos?

Una de nuestras características humanas es la capacidad para la crueldad, hacia nuestra propia especie y hacia todo lo demás. Desde el neolítico, al menos 5.000 años antes de Cristo, entre las incipientes sociedades agrícolas del “creciente fértil” fue costumbre castrar a los animales, una vez que se descubrió que este procedimiento reducía su bravura y controlaba su reproducción. El área en cuestión abarca los ríos Jordán, Nilo, Tigris y Éufrates, zona que ocupan países como Egipto, Israel, Palestina, Irak o Siria.

Como eran tan ingeniosos, a alguno se le ocurrió que lo mismo podría pasar con los esclavos: disminuirles el impulso sexual y suavizar el carácter. Así nació una nueva figura, el “tercer sexo”.

¿Sabías que hoy en día aún hay eunucos?
Relieve del palacio de Sargón II, en Khorsabad, donde se muestran a los eunucos del rey

El hecho de que con el tiempo los eunucos adquiriesen un estatus privilegiado no le resta la barbarie que significa la castración; ni siquiera que algunos hombres la eligiesen voluntariamente.

En la China imperial, por ejemplo, muchos hombres se sometían a esta terrible práctica para poder acceder a empleos en la corte del emperador. Tanto en China como en India, o en los califatos árabes, los eunucos eran muy demandados para cuidar los harenes (es lógico el motivo), pero también eran utilizados como cuerpo de guardaespaldas.

¿Sabías que hoy en día aún hay eunucos?
Vista de un harén, y a eunucos vigilando en los balcones

El eunuco total era mejor tratado que el parcial, y si le cortaban la lengua podría considerarse un hombre rico. Si no sientes demasiada aprensión, te contamos cómo se hacía: como recordarás, en aquella época no se había descubierto la anestesia, por lo que cualquier intervención quirúrgica debía ser rápida por razones obvias. El barbero-cirujano envolvía la base del pene y los testículos fuertemente con una venda, y con un cuchillo curvo y muy afilado, cortaba de un tajo certero los genitales. Sólo quedaba visible el conducto urinario, que también se cortaba al ras del pubis para que pudiese orinar, y el conducto espermático se le replegaba e insertaba en la carne.

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Los hombres que lean esto pueden imaginarse el dolor indescriptible que sentía el castrado, que muchas veces perdía el sentido. A continuación, el barbero aplicaba aceites y baños de sales, y colocaba una pequeña cuña de metal (de estaño o plomo) en el orificio de la uretra. El proceso de recuperación, como podrás imaginar, era dolorosísimo y lento, salpicado de los peligros de muy probables infecciones.

Si lograba sobrevivir conseguía el empleo, y a continuación su vida daría un drástico giro. Esto era en el caso de aquellos que buscaban ser eunucos voluntariamente por motivos económicos o sociales.

Existía, por supuesto, la castración como castigo, y la aplicaban a los hombres más violentos. Esta horrible costumbre se extendió rápidamente por todo el mundo antiguo (los imperios babilonio, persa, chino, bizantino, turco y árabe), y evidencia de eso son los nombres específicos en cada cultura para los eunucos: para los sumerios, kurgarru; para los babilónicos, ishtaritu; para los acadios, assinnu, y hasta para los romanos, galli, que además llamaban así también a los homosexuales y transexuales. Incluso en la Biblia se nombran, aunque no los aceptan.

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Niños eunucos en China

Al convertirse en eunucos, obviamente había una feminización del cuerpo masculino, pero esto no los volvía mujeres en sentido genético; se convertían en otra cosa, puesto que ya no eran ni hombres ni mujeres.

¿Sabías que hoy en día aún hay eunucos?
Danza de los hijras, en India

También existió la castración por motivos musicales –recordemos a los castrati–, que consistía en la ablación de los genitales de los niños para mantenerles la voz pura y aflautada. Pero no fue en Italia, como se piensa comúnmente, que comenzó esta práctica; fue en España, en el siglo XII, donde maestros de capilla enseñaban canto a los niños, y para no perder el trabajo invertido, los castraban antes del cambio de voz. Recuerda que en aquella época no se les permitía a las mujeres cantar en los coros de las iglesias.

Inclusive, a los diplomáticos bizantinos los castraban para suavizarles los rasgos, y asumían un aire entre infantil y femenino que enternecía a los enviados de otros imperios y países, y sus gestiones eran mucho más eficaces que la usual firmeza masculina.

Y hablando de nuestros días, a propósito del título de este artículo, en 1971 Afganistán usaba la castración en los niños, y en fechas tan recientes como 2002, la BBC denunciaba las oscuras costumbres de Níger al emascular a los esclavos (castración y esclavitud, en el siglo XXI), y hasta en 2012, en países como Camerún, Mali o Tanzania, se utilizan –en presente– los genitales de los albinos pues creen que sirven para elaborar pócimas mágicas (esto último ha sido denunciado por diversas ONGs).

Hoy en día se calcula que hay alrededor de medio millón de hombres en la India, denominados Hijras, que se mutilan voluntariamente por razones religiosas.

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Hijra, eunuco de la India

Y hasta hace muy poco existieron los skoptsy rusos, una secta ortodoxa en la que hombres y mujeres se castraban de una forma espeluznante: a los hombres se les quemaban los testículos con un hierro al rojo vivo, y a las mujeres se les cortaban los senos… también por razones religiosas.

¿Sabias que hoy en día aún hay eunucos?
Hombre y mujer skoptsy, secta ya desaparecida

Sin duda, la historia humana es la historia de la violencia. Y para que no te quepa duda, lee sobre la ablación femenina, otra terrible costumbre.