Es muy probable que te hayas encontrado en más de una ocasión con esta palabra: «SHMILY». Es frecuente verla en las redes sociales e incluso en varios tipos de merchandising. En realidad, no es más que un acrónimo: S.H.M.I.L.Y » See how much I love you?» (¿Ves cuanto te quiero?).

Es algo bonito, no hay duda, un juego romántico que numerosas parejas establecen entre ellas para reforzar los vínculos, para alimentar su relación mediante pequeñas ilusiones. Ahora bien, si por algo se ha popularizado este término es por una sencilla y emotiva historia recogida en un libro titulado «Night Light for Parents», de James Dobson, una obra que no dejaría de ser un título más de un psicólogo de línea evangelista, que pretendía recoger diversos historias familiares más o menos interesantes.

No obstante, entre todos esos testimonios, se popularizó uno. El que Laura Jeanne Allen, contó sobre sus abuelos y que pasamos seguidamente a explicarte. Estamos seguros de que te va a encantar.

S.H.M.I.L.Y, la historia de un juego que nunca terminó

La historia de los abuelos de Laura Jeanne Allen es una de esas que no se olvidan, de las que dejan marca en la mente y el corazón. En su pequeño relato nos explica que, desde que se conocieron, algo íntimo y especial los unió para siempre de un modo inigualable. Tal vez, ambos estaban predestinados desde un principio. De ahí que compartieran su vida a lo largo de medio siglo, creando una relación donde nunca faltó el sentido del humor, la armonía y en especial, los juegos.

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Había un juego que practicaban todos los días y que su nieta recuerda con fascinación. Era el juego «Shmily». Se trataba simplemente de esconder por turnos esa palabra en cualquier rincón de la casa: en el dintel de una ventana, escrito en la tierra del jardín, en los vidrios empañados de las ventanas, en el espejo del baño… Uno debía «esconder» la palabra y el otro debía buscarla, era un juego que no terminaba nunca y que siempre les ilusionaba. A veces, el ingenio rozaba límites inimaginables, como esconder la palabra en el último tramo del papel higiénico.

Era su pacto, su juego, su mundo particular donde vivían con intensidad ese día a día donde el amor, siempre se deslizó con equilibrio e intensidad a lo largo de los años. Hasta que a la abuela de Laura Jeanne Allen, le diagnosticaron cáncer de mama. La enfermedad nunca respeta las vidas ajenas, lo sabemos, ni tampoco a aquellos que saben vivir la vida con auténtico sentido. No importa, fueron 10 los años en que su abuela resistió con mejorías y recaídas, con estancias en el hospital y épocas de cariño con su familia y con su amado esposo. Aquel a quien no dejaba de admirar cada día. «¿A que se ha convertido en un anciano muy apuesto?» solía susurrarle a su nieta al oído, contenta, incapaz de abandonar nunca ese juego de coqueteo que mantenían entre los dos.

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La palabra «Shmily» no dejo de aparecer ni un día en los lugares más insospechados de al casa, hasta que llegó un momento en que su abuela ya no pudo moverse más de su habitación. Fue entonces cuando su abuelo decidió pintar las paredes de ese cuarto de amarillo, para que la luz del sol nunca dejara de acariciar el rostro de su esposa. Y amarillas fueron también las cintas de las flores, que arregló para su funeral, el día que la muerte se la llevó por siempre de su lado.

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En el funeral, la palabra Shmily estaba en cada corona, en cada rincón. Su abuelo, le cantó a su esposa una canción de cuna al lado de su ataúd, y se despidió de ella con un sencillo «hasta luego». Convencido de que su amor, no iba a terminar ahí…

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