Enclavada entre Europa, Asia y África, Grecia es un destino realmente fascinante, que ocupa los sueños viajeros de muchos. La organización política y social que el país heleno vio nacer, su riqueza filosófica, arquitectura fascinante e innovador modelo educativo, se cuentan como parte de sus atractivos. Pero entre ellos destacan sus mitos y leyendas, que han pasado de generación en generación formando parte indispensable de la historia de la humanidad. Hoy en Supercurioso hemos querido navegar en la historia de las sirenas en la mitología griega, fascinantes criaturas que han intrigado a los hombres por siglos. Acompáñanos a explorar todos los detalles sobre el fantástico mito de las sirenas.
Las sirenas en la mitología griega
La cultura del país heleno es abundante en dioses de la mitología griega. Se nos hacen comunes los nombres de Zeus, el rey del Olimpo; Poseidón, el dios de los mares; Afrodita, la diosa del amor, o Ares, el dios de la guerra. Pero la mitología griega alberga además un sinnúmero de criaturas extravagantes en sus historias, como el mito del Minotauro, el Centauro, la Hidra, el Cíclope, la Gorgona o el Cerbero. El mito de las sirenas es quizás de los más comunes, y de los que guarda un sabor más agridulce. Descubramos por qué.
Las sirenas en la mitología griega son bastante particulares. No se trata solamente de la imagen más común, mitad mujer, mitad pez; sino también de criaturas que eran mitad mujer y mitad ave. Se les describe como seres hermosos pero muy peligrosos, que gustaban de encantar a los marineros con sus sutiles y seductores cantos, conduciéndolos a una muerte segura.
A pesar de que sus características y número pueden variar según el autor que las reseñe, algunos de ellos defienden que eran dos las sirenas: Aglaofema y Telxiepia. Otros autores difieren, sosteniendo que el mito de las sirenas era compuesto por tres criaturas: Pisínoe, Agláope y Telxiepia. También se sabe de teorías que no manejan números definidos ni nombres, sólo la característica de que siempre permanecían en grupos.
1. El origen de las sirenas en la mitología griega
Muchos enigmas se tejen en torno al origen de las sirenas de la mitología griega. No existe una versión universalmente aceptada, sin embargo se han esbozado varias teorías que justifican su aparición, cada una de las cuales tiene su grupo de seguidores. Una de las más comunes es la que defiende que las criaturas son hijas de Melpómene, la musa de la tragedia, con Aqueloo, dios del río homónimo y primogénito de los dioses-río.
Otra de las versiones sobre el origen de las sirenas, las ubican como hijas de Terpsícore, la musa de la poesía y la danza. También se le atribuye a Forcis, uno de los dioses marinos primordiales, su paternidad. Según la versión de Libanio, las sirenas en la mitología griega nacieron de la sangre de Aqueloo, que fue derramada en combate por Hércules.
Pero quizás el mito más difundido sobre el origen de estas extraordinarias criaturas mitológicas, es que el reza que las sirenas eran mujeres comunes, compañeras o sirvientas de Perséfone, la hija de Zeus y Deméter. La joven fue raptada por Hades, el dios del inframundo. Fue entonces cuando se les proporcionó alas a las señoritas. Algunos defienden que fueron ellas mismas quienes pidieron la transformación, para buscar más efectivamente a su señora raptada. Otros exponen que las alas fueron un castigo de la diosa Deméter, por su fracaso al impedir el rapto de Perséfone.
2. La historia de las sirenas en La Odisea
Pocas obras han atravesado de tal forma la historia de la literatura universal, como La Odisea. Este poema épico griego, compuesto de veinticuatro cantos y atribuido al poeta Homero, se rastrea hasta el lejano siglo VIII antes de Cristo. En sus páginas se refleja una de las historias más populares de las sirenas en la mitología griega. Cuenta el pasaje de la obra, que las criaturas vivían en una isla cercana a Escila y Caridbis. Se dice que la hechicera Circe había advertido al héroe Odiseo o Ulises, sobre su canto seductor, que hipnotizaba a los marineros, incitándolos a lanzarse al mar. Al lograr que lo hicieran, desaparecían, dejándolos morir ahogados. En ocasiones ellas mismas los arrastraban hasta el fondo del océano.
Odiseo entonces tomó medidas para proteger a su tripulación. Para evitar que fueran irremediablemente seducidos por la melodiosa voz, les ordenó que taparan sus oídos con cera. Él, sin embargo, no quiso taparlos, pues sentía deseos de escucharlas. Entonces encontró una manera de hacerlo de forma segura, de modo que no pusiera en riesgo su vida. Pidió a sus hombres que le ataran fuertemente al mástil de su embarcación.
Siguieron navegando en esas circunstancias, y al poco tiempo pasaron junto a la isla que habitaban las sirenas. Los marineros se mantuvieron a salvo. El héroe, por su parte, sintió el deseo de perseguirlas luego de escuchar su sensual canto, pero estar atado al mástil, salvó su vida. Fue ese uno de los más representativos pasajes de la travesía de Odiseo o Ulises, de vuelta a casa desde Troya.
Pero el mito de las sirenas que encierra La Odisea, tiene dos versiones. La segunda es la narrada desde la óptica de las criaturas. Se sabía que la sirena que lograba que un hombre escuchara su canto, pero no se sintiera atraído hacia ella o se lanzara de inmediato en su búsqueda, sería alcanzada por la muerte. La más conocida de las criaturas de La Odisea era Parténope, la menor y más bella de las sirenas. Había instruido a sus mascotas, los delfines, para que le avisaran las rutas que seguía Odiseo, del cual se había enamorado ciegamente, admirando su inteligencia, virilidad y arrogancia.
Al ser avisada de la proximidad del héroe, Parténope adornó su cuerpo con algas y conchas de mar. Soltó su larga cabellera de espumas, y se posó sobre una roca, a la espera de su amado. Al divisarlo, cantó y cantó con el mayor de los ímpetus, pero el barco de Odiseo pasó de largo, mientras él ansiaba el reencuentro con su esposa Penélope. La sirena se quedó sin voz, y posteriormente murió, como es el destino de todas las sirenas que no logran retener al mortal que desean. Se cuenta que su cuerpo fue arrastrado por la corriente hasta llegar al actual Golfo de Nápoles, donde unos pescadores la hallaron, y fascinados por su belleza, la sepultaron con honores.
3. Otros mitos de las sirenas
Las sirenas en la mitología griega son las protagonistas de muchas historias llenas de misterios. Otro de los más conocidos mitos en los que se les señala es el de Jasón y los Argonautas. Se cuenta que, tal como ocurrió en La Odisea, Jasón y sus hombres tenían la obligación de navegar bordeando la isla de las sirenas. Todos los hombres conocían la leyenda, por lo que ese tramo del viaje les inspiraba tanto intriga como temor.
Pero la fortuna sonrió a los miembros de la tripulación. El legendario músico Orfeo formaba parte del grupo de los pasajeros. Cuando las sirenas se dispusieron a empezar sus hechiceras tonadas, Orfeo sacó su lira, y con ella empezó a interpretar una melodía celestial. Su música fue tan extraordinaria, que eclipsó las voces de las criaturas. En este sentido, el mito de las sirenas también reza que solo uno de los argonautas cayó en la terrible estrategia, y saltó por la borda para nadar tras de ellas. Afrodita, la diosa del amor, intervino a su favor, rescatándolo del mar.
4. Los Tritones
Bien es sabido que la mayor difusión histórica, literaria, audiovisual y pictórica, ha estado del lado de las sirenas de la mitología griega. Pero esta no era la única criatura de este estilo entre los mitos y leyendas del país heleno. Se suma al mito de las sirenas, la existencia de su versión masculina, los tritones. Eran considerados por los griegos como dioses mensajeros del mar. Eran similares a la versión mitad pez, mitad mujer de las sirenas. Tenían generalmente un fornido torso masculino, y una o incluso dos colas de pez.
A diferencia de las sirenas, que no cargan con ningún instrumento característico, los tritones cruzan las aguas del océano, armados con un tridente y un cuerno de concha. Se cree que son hijos de Anfítrite, la señora de los mares y personificación del mar tranquilo. Llegaban a vivir más de trescientos años, aunque algunos autores defienden que sólo alcanzaban el siglo. La memoria de los tritones era igual a la de los peces. No eran capaces de albergar recuerdos.
Estas criaturas estaban al servicio estaban al servicio de Poseidón, el dios de los mares, como integrantes de su séquito. La deidad les permitía subir hasta la superficie durante dos horas por día, con el objetivo de encontrar la manera de vivir eternamente. La fórmula para conseguirlo era lograr que un humano los amase sinceramente. Permanecer en el recuerdo y el corazón del humano, era la razón de ser de estas criaturas que acompañan el mito de las sirenas.
Se cree que si en uno de sus accesos a la superficies, el tritón no lograba despertar el amor de un ser humano, la marea subiría y lo desvanecería, confundido en forma de espuma que se deshacía a la luz de la luna. A diferencia de las sirenas en la mitología griega, los tritones si estaban sometidos a las inclemencias del tiempo. Podían envejecer, perder su belleza, padecer enfermedades, debilitarse, e incluso podrían llegar a caminar como los humanos, en dos piernas, en un proceso doloroso.
El mito de las sirenas es uno de los más curiosos y llamativos de la mitología griega. Estas criaturas han capturado la atención de las personas, generación tras generación. Su presencia en obras de la literatura universal y el séptimo arte, las han popularizado como uno de los seres mitológicos más misteriosos, mezcla de la maravillosa seducción femenina, con la lúgubre amenaza de la muerte en el mar.