Hace poco, el mundo se estremeció con la historia de Hope, un dulce niño de dos años a quien sus padres abandonaron por considerarlo brujo. Escribimos un artículo dedicado a él y “al ángel de cabellos rubios y piel tatuada” que lo rescató.

Hoy queremos hablarte del porqué alguien puede pensar que un niño es peligroso, sobre todo en el continente africano.

Una realidad estremecedora: los niños brujos de África

En varios países africanos, los niños brujos encuentran un destino injusto: Nigeria, Benín, Angola, Sudáfrica, Camerún, Liberia, pero también en la República Democrática del Congo, específicamente en su capital, Kinshasa, es donde esta cruel superstición afecta a más de 30 mil “enfant sorciers” al año (así los llaman en el país).

La terrible crisis que atraviesa el país congolés –casualmente en su capital, la antigua Léopoldville, donde se disparó el sida hace casi 100 años– ha dejado un saldo estremecedor: 90% de la población está sin trabajo, el VIH ha atrapado a 1.500.000 personas y la horrorosa guerra que asoló gran parte del país desde 1996 hasta prácticamente el 2013, ha dejado en la orfandad más o menos a 10 millones de niños.

Aquí es donde más abundan los niños brujos, estas tristes víctimas que no tienen la más mínima posibilidad de defenderse o de llegar a la edad adulta. Este alarmante síntoma apareció en la década del 90, y quienes son acusados pueden tener entre menos de 2 años hasta 18; con frecuencia, los huérfanos y los que presentan alguna discapacidad física –como la cabeza grande o la barriguita hinchada–, o enfermedades –tuberculosis, epilepsia, autismo, síndrome de Down, y hasta tartamudeo…– son el objetivo más común.

Pero no acaba aquí la cosa, porque hasta los que no son huérfanos pueden ser acusados de niños brujos; basta con que a algún miembro de su familia le vaya mal para que busquen un responsable, que encuentran siempre entre los niños. Ellos son los responsables de las desgracias que puedan acontecer a los suyos.

Claro que entre las familias más pobres es donde más se encuentran los niños brujos, pues acusar a uno de brujería los excusa de seguir alimentándolo. Y ésa es la tragedia, que quienes son acusados de brujos son abandonados a su suerte, tanto la familia como vecinos y amigos los apartan como a parias.

Una realidad estremecedora: los NIÑOS BRUJOS de África

Creen que los niños brujos pueden volverse invisibles y que se comen a sus víctimas y se beben su sangre; si son niñas, sospechan que se convierten en mujeres adultas para atraer a los hombres y castrarlos. También creen que tienen el poder de convertirse en cocodrilos o serpientes.

La palabra en su idioma es ndoki, y ocurre con una gran frecuencia que los familiares y vecinos reaccionen violentamente al “descubrir” a un niño brujo: ha habido casos, por desgracia comunes, en que los linchan y hasta los queman vivos, incluso si los padres no los acusaron.

Parte de esta creencia es alimentada por el surgimiento de nuevas sectas independientes, cuyos pastores se han vuelto muy populares gracias a los exorcismos que les hacen a las criaturas. Basta con que uno de estos pastores haya tenido una visión para acusar a un niño de brujería.

Una realidad estremecedora: los NIÑOS BRUJOS de África

Algunas familias entregan a los enfant sorciers a estas sectas, para que les eliminen los demonios; estos rituales suelen ser bastante violentos. Hay niños que han podido contar lo que les hacen: los encierran bajo llave durante semanas, los queman con hierros candentes, los entierran hasta el cuello, o los obligan a ingerir sustancias que los hacen vomitar. Pero esto es desmentido por Onokoko, un autoproclamado profeta de Cristo que también es el exorcista más popular de Kinshasa. Él dice que sólo ofrece “protección espiritual” a cientos de niños.

El destino de estos pobres seres no puede ser más desolador: los puedes ver en todas partes pidiendo limosna, ejecutando pequeños trabajos como cargadores –si en los mercados se les permite–, pero mayormente son “captados” para el tráfico de drogas y alcohol. También se les llama sheges, y son despreciados por toda la sociedad.

Una realidad estremecedora: los NIÑOS BRUJOS de África

Si son niñas la vida puede ser más dura, tienen que dedicarse a la prostitución desde la terrible edad de 6 años. Casi todos son adictos (a las drogas, al alcohol o a las pegas), y las autoridades no hacen gran cosa por ellos. Peor, los reclutan para que roben y saqueen, y son golpeados y lastimados.

Hay activistas que luchan por cambiar esta terrible situación, y denuncian la indiferencia, los abusos y las acusaciones a los niños brujos, pero poco pueden hacer gracias a la extendida creencia de que en verdad estos niños hacen daño. Sin embargo tienen la esperanza de ir cambiando la mentalidad de la sociedad a través de la educación.

Te recomendamos que leas sobre otra realidad terrible, la de la venta de recién nacidos.