En esta entrada de Supercurioso te hablaremos de un músico cuya vida podría muy bien plasmarse en la gran pantalla. Acompáñanos a descubrir de quién se trata.
Un príncipe del Renacimiento que no es el de Maquiavelo
Varios autores, entre ellos el escritor argentino Julio Cortázar, han comentado las similitudes que suelen presentarse entre un temperamento artístico y uno criminal, o entre la santidad y el crimen. Hay un exceso, una exacerbación espiritual y física que puede conducir de igual modo a la religión, al arte o a las páginas rojas, y quizás no haya habido un lugar y época particularmente más favorable para esta clase de caracteres que la Italia del Renacimiento.
Carlo Gesualdo (1566-1613) no pudo ser más afortunado: era el segundo hijo de una familia aristocrática, pero heredó todos los títulos al morir su hermano mayor. La familia estaba emparentada con el arzobispo de Nápoles y además era sobrino de san Carlos Borromeo y sobrino nieto del papa Pío IV. Y por si fuera poco, el príncipe de Venosa y conde de Conza nació con aptitudes musicales que lo hicieron un virtuoso del laúd y un compositor reconocido.
Su talento como compositor hubiera sido suficiente para hacerlo famoso: compuso madrigales para cinco y seis voces y música sacra. Es considerado como un músico adelantado a su tiempo, más próximo a la música barroca que a la renacentista.
Sin embargo, su historia, a diferencia de otros músicos, no puede contarse sin mencionar los sucesos trágicos y hasta macabros que rodearon su vida, y que lo ponen más del lado de autores como el marqués de Sade o de un músico de rock, que de Bach o Mozart.
“Matándome suavemente con tu canción”
Carlo Gesualdo entra en las páginas rojas de la historia cuatro años después de casarse con su prima María de Ávalos. María se enamoró del duque de Andría, Fabrizio Carafa, con el que comenzó a tener un romance del que Gesualdo no tardó en enterarse. En octubre de 1590 el príncipe tendió la clásica trampa a los amantes, hizo creer a María que se iba por un par de días, pero regresó esa misma noche al palacio atrapándolos en la alcoba, donde los asesinó y descuartizó.
De acuerdo con los criterios de la época, Gesualdo no cometió ningún crimen pues actuó en defensa de su honra, y así se lo dijo el virrey de Nápoles, Juan de Zúñiga Avellaneda y Bazán, quien también le recomendó irse del virreinato para evitar las represalias de las familias de los amantes.
En Ferrara, donde se acuarteló los siguientes años, se dedicó a componer, y en 1593 volvió a casarse, esta vez con la hija del marqués Alfonso de Este, Leonor, que lo abandonó debido a sus infidelidades.
El príncipe tuvo dos hijos y ambos murieron. Algunos historiadores creen que el primero pudo ser asfixiado por Gesualdo (como secuela de la muerte de los amantes), pero en cambio se sintió muy afectado por la muerte del segundo, que vio como un castigo por sus pecados.
Cuando expiar pecados es otra forma de cometer crímenes
La forma elegida por Gesualdo para castigarse es sospechosamente parecida a otra cosa: buscaba muchachos para que lo flagelasen, lo que bien podría considerarse una práctica pedófila y masoquista que en su caso concluyó mal: el 8 de septiembre de 1613, lo hallaron desnudo y muerto.
Desde entonces ha habido especulaciones en torno a si fue suicidio o asesinato, y el atormentado príncipe Carlo Gesualdo se ha convertido en un personaje legendario, que continúa vivo en sus madrigales, y como personaje trágico en óperas contemporáneas de Franz Hummel y Alfred Schnittke.
Te dejamos un cortito madrigal compuesto por Gesualdo, para que disfrutes de su hermosa música.
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