El período Edo fue un tiempo en la historia de Japón que corrió desde 1603 hasta 1868. Se le conoce también como período Tokugawa. Este país asiático posee una cultura antigua y rica, y aquí en Supercurioso te diremos cómo vivían en aquella época.
¿Cómo se vivía en el Antiguo Japón? El período Edo
Ieyasu Tokugawa instauró el período Edo en Japón, dándole al país 250 años de paz y estabilidad. Se llamó Edo porque fue el sitio adonde Tokugawa mudó la capital, lo que siglos después se llamaría Tokio. Estableció el shogunato y la dinastía Tokugawa gobernaría Japón hasta que EE.UU. lo obligó a salir de su aislamiento, en 1850.
A pesar de ello, Japón experimentó en muchos aspectos un gran florecimiento, sobre todo en las artes, aunque desde el punto de vista penal y legal a menudo se hacían cosas terribles.
Por ejemplo, estaba prohibido salir o entrar al país. A partir de 1633, Tokugawa sentó las bases para una política exterior aislacionista, y en consecuencia ningún barco zarpaba de Japón o atracaba en sus puertos, así como ningún ciudadano, nacional o extranjero, tenía libre tránsito so pena de muerte. Tokugawa desconfiaba de la influencia potencialmente desestabilizadora de los misioneros cristianos y los comerciantes europeos.
En contra de lo que pudiera pensarse, el comercio exterior japonés floreció durante el período Edo: a los barcos chinos, coreanos y holandeses se les permitía comerciar, eso sí, bajo estrictísimas regulaciones. Sí, los holandeses fueron los únicos occidentales beneficiados del comercio con Japón, hasta la entrada de EE.UU.
Pero al mismo tiempo que la paz se establecía en el país, y la cultura y las artes en general prosperaban, la vida cotidiana era otra cosa. La alimentación, por ejemplo, no era igual para todas las clases sociales. Los samuráis pertenecían a la clase más alta, seguida luego por los agricultores, artesanos y comerciantes, pero a pesar de que los agricultores constituían la mayoría de la población, fue la única clase gravada con impuestos.
Ciertamente las condiciones habían mejorado, pero la pobreza era tan grande que muchas familias practicaban el infanticidio para no tener que alimentar más bocas. De hecho, el Museo Nacional de Naturaleza y Ciencia de Tokio realizó un estudio a restos de 10.000 habitantes del período Edo, y descubrieron que los hombres y mujeres adultos medían en promedio 1.55 y 1.45 m respectivamente, además de que los huesos presentaban malnutrición. Muchos de estos restos eran de jóvenes, cosa que sugirió una muy alta tasa de mortalidad.
También floreció otra actividad: la compra y venta de heces humanas. Como no existía una importante industria ganadera, había escasez de abono animal para fertilizar las siembras. Así, se les ocurrió utilizar excrementos humanos que recogían por las noches.
A tal efecto, los empresarios agricultores y terratenientes establecieron letrinas y retretes a lo largo de las carreteras, y se recogía también la orina, aunque no era tan valiosa. Se convirtió en un negocio muy serio, y robar estos excrementos podía llevarte a la cárcel. Comenzaron a surgir gremios y asociaciones para regular la industria y los precios, y una de las consecuencias más favorables fue la limpieza que disfrutaron las ciudades japonesas, que se vieron libres de epidemias asociadas a la falta de higiene.
Con respecto al divorcio, fue bastante común en el período Edo. El esposo era quien podía poner fin al matrimonio, pero en ocasiones también los padres de la esposa. Bastaba con un documento llamado mikudari-hari (“tres líneas y media”), que era una breve carta de divorcio donde el esposo exponía su voluntad de separación. Irónicamente, la tasa de divorcio bajó en el siglo XIX, bajo la influencia occidental y las reformas modernizadoras.
En cuanto a la prostitución, ésta era legal y casi esclavista. En el período Edo los burdeles fueron confinados por el gobierno a “barrios de placer”, bajo normas muy estrictas. Cada barrio fue rodeado por un alto muro; las mujeres comunes no podían visitar estos sitios, pero a las prostitutas se les hizo virtualmente imposible abandonarlos. Estaban condenadas prácticamente a ser esclavas sexuales y les pertenecían a los dueños de los burdeles, pues éstos las obligaban a firmar contratos terribles. La extrema pobreza hacía que las familias vendiesen a sus hijas a los prostíbulos para poder pagar deudas o tener un ingreso adicional, y muchas vivían allí desde niñas y empezaban a trabajar al llegar a la pubertad. Cantidad de prostitutas morían jóvenes, a menudo por complicaciones de abortos o suicidándose.
Los clientes más asiduos fueron los comerciantes, pues a pesar de que socialmente eran de clase baja, su dinero los convertía al mismo tiempo en una clase rica; ocurría a veces que alguno se enamoraba locamente de su prostituta favorita y la visitaba a menudo, pero esto significaba una transgresión a la jerarquía social. La mayoría no podía correr riesgos de esta índole, ni tampoco pagar por la libertad de su amada, y las prostitutas tomaron la horrible costumbre de automutilarse para demostrar su amor por el cliente. Se quitaban las uñas y los dedos y se los mandaban a sus amantes, y esta costumbre era una extrema violación a los tabúes confucianos de entonces, que prohibía expresamente la mutilación corporal. Esto devino en juramentos sangrientos de amor, y se convirtió en el shinju, o suicidio amoroso de ambos amantes. Algunos fueron tan sensacionales que los adaptaron al teatro, como lo hizo Monzaemon Chikamatsu, uno de los principales escritores de la época.
Y fueron tan populares estas obras que provocaban oleadas de suicidios, tanto, que se convirtió en un problema para las autoridades: fue prohibido el shinju y se les negaron funerales a quienes se quitasen la vida, y si alguno sobrevivía sería acusado de asesinato.
Esto nos hace pensar en un sistema legal implacable, y así era en efecto. Al administrar la justicia, en el período Edo exageraban. Por ejemplo, si no informabas de un robo cometías delito, como si hubieses robado también. A los ladrones los castigaban con el destierro o la mutilación, y ya en los últimos tiempos se les tatuaba en la frente.
Podían desnudar a los delincuentes y obligarlos a sentarse en público, incluso hasta tres días, y si bien la ejecución estaba reservada a los delitos más graves, una persona podía ser crucificada o condenada a la decapitación. Si era un samurái, se le ordenaba el seppuku.
Como la jerarquía social era promovida desde el mismo estado, los campesinos fueron tratados muy duramente para evitar la movilidad social: sólo podían mudarse a otro pueblo después de obtener el okurijo, una licencia especial; se les prohibía escribir sus apellidos en los documentos oficiales, se les indicaba estrictamente cómo debían vestir y eran obligados a mostrar el mayor respeto a los samuráis.
Se practicaba el irefuda, que era un sistema legal aplicado en casos sin resolver: los vecinos podían votar por quien ellos pensaran que era el delincuente y quien recibiera más votos iba a la cárcel; cualquiera que defendiera a este “acusado” o no participara en la votación podría ser arrestado.
Y existía aún otra forma, el rakushogisho, que era una acusación escrita y anónima dejada en la puerta de los santuarios. Los campesinos odiaban el irefuda, pero preferían el rakushogisho, pues con él podían acusar a funcionarios públicos de corrupción.
Pero en cambio, hubo concursos de poesía en los que participaban activamente los campesinos, y se volvió un juego muy popular llamado hokku (“a partir de un verso”), del cual se desarrolló un género poético, el haikai, que fue un horror para los poetas y los nobles educados, pues parecía que todos podían componer poesía. Tan populares fueron estos concursos que uno de ellos, celebrado en Kioto en el siglo XVII, llegó a tener más de 10.000 participantes. Tsuboi Gohei, un poeta y líder popular, llegó a escribir en su diario: “el haikai ha llegado al punto en el que todos en el país lo están jugando, mujeres, niños e incluso bandidos de las montañas”.
Hoy en día eso parecería un éxito social y cultural. Sin duda, el periodo Edo llevó a Japón estabilidad, pero sus prácticas eran muchas veces inhumanas, ¿verdad? Lee lo difícil que sería vivir en esa época, o en otras, por genial que suene.