Que el incesto es tabú es algo que sabemos desde niños. ¿Pero sabes por qué o de dónde surge esta restricción que podríamos pensar universal?
¿Por qué el incesto es un tabú?
El incesto, en rigor, es la actividad sexual realizada entre personas emparentadas por consanguinidad, es decir, entre hermanos, o entre padres e hijos, o entre abuelos y nietos (hay algunos que lo indican entre primos, y tíos y sobrinas); aunque en algunas culturas se permitía –pero sólo entre los gobernantes, como los egipcios–, es una prohibición que los estudiosos piensan que podría ser común a la condición humana.
El incesto se habría vuelto tabú (hablamos de hace miles de años, en sociedades muy primitivas), luego de observar posibles deformaciones físicas entendiendo que la endogamia era una práctica nada beneficiosa para el grupo.
Uno de los primeros científicos modernos en darse cuenta de la probable relación entre defectos en la descendencia y la endogamia fue Charles Darwin; la práctica de casarse entre familia no es nueva, al contrario, en Europa era bastante extendida entre la nobleza, y era común que se arreglaran uniones para asegurar tierras o coronas; esas uniones, en más de una ocasión, fueron entre primos consanguíneos, que necesitaron dispensa papal para realizarse.
Darwin se casó con su prima hermana y tuvo con ella 10 hijos; un primo suyo, Francis Galton –el fundador de la eugenesia–, había señalado los peligros de casarse con personas muy cercanas, y así Darwin comenzó a observar los problemas de salud de sus propios hijos: tres murieron siendo niños, y otros tres resultaron estériles.
Preocupado, empezó a experimentar con orquídeas británicas y extranjeras: forzó a un grupo a autopolinizarse, y descubrió, alarmado, que a las siguientes generaciones les fue mal, pues crecieron más débiles y pequeñas, y se dio cuenta de que la fertilización cruzada es beneficiosa para una descendencia más fuerte. En su extenso trabajo escribió, en relación con el tema: “La naturaleza nos dice, de la manera más enfática, que aborrece la autofecundación perpetua… ¿No podemos inferir además como probable, de acuerdo a la vasta creencia de la gran mayoría, que el matrimonio entre parientes cercanos es también de alguna manera perjudicial?”.
Para ello, la naturaleza dispuso que nos sintiéramos atraídos por personas genéticamente distintas. Existe un grupo de genes conocido como Complejo Mayor de Histocompatibilidad (MHC, por sus siglas en inglés), que resulta esencial en nuestro sistema inmune y en el reconocimiento inmunológico; el MHC se manifiesta como característica codominante de ambos tipos de genes, y eso significa que mientras más diverso es el conjunto de genes MHC más fuerte será el del sistema inmunológico.
El MHC se manifiesta, por así decirlo, a través de los fluidos corporales –la saliva, el suero de la sangre o la orina–, y se vuelve volátil para producir los olores del cuerpo, que serán más atractivos para alguien genéticamente distinto; la naturaleza asegura de este modo la diversidad genética de la descendencia.
Entre las mujeres es más frecuente la atracción hacia los genes diferentes, cosa que ayuda a evitar el incesto y los defectos de nacimiento asociados a él.
Un dato curioso: la convivencia o crianza de niños que no son familia los vuelve menos propensos a desarrollar atracción sexual entre ellos; pero casi el 50% de los encuentros entre hermanos o padres e hijos separados desde el nacimiento resultan en atracción. Es lo que se conoce como “atracción sexual genética” (GSA, por sus siglas en inglés).
Esto es tan común, que las agencias de adopción norteamericanas siempre advierten de ello a los futuros padres, si los niños que están adoptando tienen hermanos.
Casos en la historia de problemas de salud debidos al incesto tenemos muchos. La práctica de los casamientos entre hermanos o medio hermanos en el antiguo Egipto es harto conocida, pues en aquella época aseguraban de esta manera el acceso al trono y la “pureza de sangre”.
Hablemos, por ejemplo, de Tutankamón: su padre, Akenatón, y su madre (conocida por las investigaciones de ADN como “Dama joven” y cuya identidad no ha podido establecerse, pero sí se sabe del parentesco consanguíneo con Akenatón) eran hermanos plenos; según los estudios realizados, esa consanguinidad podría explicar la gran cantidad de males físicos que aquejaron al joven faraón; sufría del mal de Köhler, una enfermedad ósea que afecta el pie y progresivamente se necrotiza.
El pobre Tutankamón debió necesitar muchos bastones para caminar en su corta vida.
Otro caso notable es el de Carlos II de España, rey entre 1665 y 1700. Lo llamaban “el Hechizado” porque aparentemente no había otra explicación para su lamentable estado físico que el mal de ojo y la brujería. La verdad es que las sucesivas uniones consanguíneas familiares hicieron que padeciera del síndrome de Klinefelter –una anomalía cromosómica consistente en la existencia de dos cromosomas X y un cromosoma Y–, cuyos síntomas incluían esterilidad, poca estatura e hipogonadismo. Dicen que incluso se babeaba.
Lo cierto es que con él los Habsburgo en España se terminaron, pues no pudo procrear descendencia a pesar de sus dos matrimonios.
En la naturaleza, como hemos visto, las especies evitan la endogamia, ¿pero sabías que las chinches, al contrario, prosperan? Un descubrimiento de 2011 señala la endogamia entre las chinches como la principal razón para que hayan aumentado su población en hasta un 500%. Sólo se necesita una chinche ya apareada, y una vez que nazcan de los huevos, hermanos y hermanas podrán aparearse sin ningún tipo de problemas: la “depresión endogámica” no les afecta, pues por lo general tienen poca oportunidad de cruzarse con otras poblaciones –ya que no pueden volar–, y por eso han desarrollado la capacidad de soportar una amplia endogamia sin perjudicarse. Otros insectos similares son las cucarachas.
El incesto se estableció como tabú como un modo de proteger a la especie humana y asegurar individuos fuertes y resistentes, capaces de sobrevivir a enfermedades y de nacer y crecer sin defectos.
Si te gustó el artículo, te recomendamos Las mujeres de Enrique VIII y cómo funcionaban las casas de mancebía.