Comenzaré este artículo con una frase del poeta francés Arthur Rimbaud, a propósito de la belleza:
“Un atardecer, senté a la Belleza sobre mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la insulté”.
Sin entrar en discusiones literarias o metafísicas sobre qué es la belleza o a qué belleza se refería el poeta, indudablemente sea lo que haya sido su referente, él lo llamó Belleza porque para él era Belleza.
Trayendo la discusión a terrenos más profanos, para los hombres una mujer como Scarlett Johansson puede resultar muy atrayente, o la latina Eva Méndes. Ambas tienen atributos más que visibles para nuestros cánones de belleza. Sin embargo, habrá algunos que preferirían a Sofia Loren en sus buenos tiempos, o a la eterna Marilyn…
Para las mujeres, hombres como David Beckham, el legendario Sean Connery o, para las más jovencitas, Justin Bieber, pueden arrancar suspiros de admiración.
Pero, ¿y si nos vamos a, por ejemplo, Vietnam, o Ecuador, o Filipinas, o Islandia, Noruega, Namibia…?
¿Encontraremos atractivos a sus hombres y a sus mujeres? ¿Con qué otra cosa tiene que ver la belleza?
Entre gustos y colores…
Obviamente, si comenzamos a preguntarles a nuestros conocidos quién le parece más atractivo o atractiva, veremos que una amplia gama de posibilidades se despliega ante nosotros, lo que prueba que hay tantos gustos como personas.
Eso, precisamente, fue lo que hizo un grupo de psicólogos de Harvard y del Wellesley College de Massachusetts, un estudio de 35.000 voluntarios con el que querían demostrar que las consideraciones sobre quiénes son bellos son estrictamente personales e intransferibles, y que depende mucho de la experiencia de cada uno. O sea, querían probar que la belleza está en quien mira, no en el sujeto observado.
A estas miles de personas se les pidió que valoraran la belleza de 200 rostros, a través de la web www.TestMyBrain.org, y usaron la misma prueba con 547 parejas de gemelos idénticos y 214 de mellizos que sólo comparten la mitad de los genes, para comprobar si la genética tiene algo que ver en los gustos. Los resultados fueron muy interesantes.
Resultados curiosos
Una de las conclusiones de esta investigación es que la genética NO tiene nada que ver cuando alguien considera “bella” a otra persona. Lo que sí está predeterminado por la genética es la habilidad para reconocer rostros, incluso se pueden heredar algunos rasgos de la personalidad. Pero en cuanto a gustos, no influye para nada.
Los cánones de belleza, según este estudio, no los predeterminan los genes, sino tienen que ver más bien con cuestiones culturales; por ejemplo, los medios de comunicación son muy efectivos a la hora de imponernos sus modelos de belleza, pero incluso nuestros amigos y nuestras propias experiencias moldean los patrones de lo que consideramos bello o no.
Nuestro primer novio o esa mujer que influyó en nosotros cuando teníamos quince años, puede ir señalando la dirección de nuestras preferencias estéticas. En la investigación también se determinó que la mayoría coincide en un 50% en lo que se piensa que es un rostro bello, y discrepa en la misma proporción.
Para una psicóloga del equipo de Harvard, Laura Germine, este trabajo puede abrir nuevos campos de investigación social:
“El impacto de la experiencia personal en las preferencias por uno u otro rostro proporciona una nueva ventana en la evolución y arquitectura del cerebro social”.
Además, explicaría también por qué los gustos van cambiando con el tiempo.
Y entonces, ¿cómo contestarías a la pregunta que abre este artículo? Coméntalo con nosotros, y si te interesa este tema, puedes leer sobre Tess Munster, y los nuevos cánones de belleza en modelos XXL.