La historia de los tatuajes es fascinante. Revelan una indiscutible inclinación humana por marcar el cuerpo, por indicar en la piel jerarquías, rangos, funciones sociales, o simplemente decir de dónde es.

Estos misteriosos tatuajes que una arqueóloga norteamericana encontró en un cuerpo de mujer de 3.000 años de antigüedad señalan, además, la pericia y el vasto conocimiento que los egipcios llegaron a tener hace miles de años.

Los misteriosos tatuajes de una sacerdotisa del Antiguo Egipto

Anne Austin, arqueóloga de la Universidad de Stanford, se topó a mediados de 2016 con algo extraordinario: el sitio arqueológico Deir el-Medina, en Egipto, era un pueblo cerca del Nilo que alguna vez albergó a los trabajadores que construyeron las tumbas de los faraones en el Valle de los Reyes. En este pueblo, que tendría su apogeo entre 1292 y 1077 a.C., sus residentes conocían la escritura y eran bastante prolíficos; prueba de ello son las innumerables cartas, peticiones y oraciones que los investigadores encontrarían mucho más tarde.

Los misteriosos tatuajes de una sacerdotisa del Antiguo Egipto
Templo de la diosa Hathor en Deir el-Medina

Pero no sólo eso, Austin cree que aquí se practicaba una especie de seguro médico, parecido al moderno, y que además los artefactos encontrados en Deir el-Medina muestran evidencias del “plan de salud gubernamental más antiguo documentado hasta el momento”.

Por si esto fuera poco, aparentemente también sabían tatuar, y así lo mostró la momia de una mujer de 3.000 años. La investigadora supo que se trataba de algo inusual, pues la piel del cuello aparecía pespunteada de líneas azules, como si alguien hubiese garabateado sobre él.

Los misteriosos tatuajes de una sacerdotisa del Antiguo Egipto
Anne Austin / Universidad de Stanford)

Sin embargo, Austin y sus colegas del Instituto Francés de Arqueología Oriental, sometieron la momia a exámenes más exhaustivos y se dieron cuenta de que los diseños eran permanentes; estos misteriosos tatuajes habían sido hechos, claro, mientras aquella mujer estaba viva, y que el procedimiento para conservar el cuerpo, y el tiempo, habían deformado las figuras tatuadas.

Austin, atenta a aquellos misteriosos tatuajes, logró identificar y reconocer –con fotografías infrarrojas y equipos avanzados de imagen– cerca de 30 tatuajes grabados en distintas partes de los brazos, hombros, espalda y cuello. Estaba, literalmente, salpicada de figuras de serpientes, vacas, flores de loto y ojos simbólicos.

“Muchos de los tatuajes están relacionados con la diosa Hathor, incluyendo dos vacas luciendo collares Menat. El imaginario profundamente religioso de estos tatuajes sugiere que esta mujer tenía un papel religioso importante y único”.

La arqueóloga piensa que la posición religiosa de esta mujer era permanente y pública, ya que los misteriosos tatuajes fueron realizados en partes visibles de su cuerpo. Lo que hace extraordinario el hallazgo es que se muestran, con tanta antigüedad, representaciones fácilmente identificables de animales, plantas y otros objetos, ya que en investigaciones anteriores Austin había visto tatuajes egipcios en la “tradición de Nubia”, es decir, patrones geométricos de puntos y líneas.

Los diseños complejos que se pueden ver en estos misteriosos tatuajes son, en palabras de la arqueóloga, “sin precedentes”, y hasta los momentos no ha sabido dar respuesta a cómo se hicieron ni qué técnicas utilizaron, sólo apuntar lo interesante que resulta que algunos de los tatuajes hayan sido realizados en ciertas zonas muy sensibles del cuerpo, como el cuello, donde seguramente debió haber sido doloroso.

Estos tatuajes en cuello y brazos indican, casi con certeza, el carácter ritual de los mismos durante las actividades del culto, y permitían a la portadora dar a conocer su importante posición religiosa.

Los misteriosos tatuajes de una sacerdotisa del Antiguo Egipto
Los tatuajes en uno de los brazos. Anne Austin / Universidad de Stanford)

¡Increíble!, ¿cierto? Los antiguos egipcios siguen deslumbrando y asombrando, por eso te invitamos a leer Un trabajo del antiguo Egipto: guardián del ano del Faraón.