Es difícil escribir sobre un personaje de quien existen testimonios muchas veces contradictorios. No que Gilles de Rais no fuera un asesino –sí que lo era, y está ampliamente demostrado–, sino más bien porque su juicio se hizo en una época en donde las confesiones se obtenían mediante torturas.
Sin embargo, la figura de este hombre fue tan escandalosa, su nombre significó tanto horror para los pueblos cercanos, que creemos que merece un puesto en nuestra página.
Gilles de Rais, un asesino en serie del siglo XV
Uno de los aspectos más impactantes es que se trató de uno de los hombres más influyentes e importantes de su tiempo. Gilles de Rais nació en 1404 o 1405 en la “torre negra” del castillo de Champtocé, en la región de Bretaña, Francia.
Fue descendiente de un gran linaje francés, lo que ya aseguraba su futuro; tanto él como su único hermano, René, fueron educados por el abuelo materno, Jean de Craon, a la muerte de sus padres; según ciertas fuentes, este abuelo no se destacó por tener una conducta intachable, pues no inculcó valores morales o éticos en los nietos, quienes por otra parte no tuvieron ningún tipo de freno o autoridad orientadora.
El abuelo estaba interesado sobre todo en acrecentar la fortuna familiar, y así lo insta a enrolarse en el ejército –cosa que para De Rais sería perfecto, pues allí podía desahogar su enorme agresividad–, y se puso a las órdenes de Juan V, duque de Bretaña.
Cuentan que su valentía era legendaria, luchaba siempre en la vanguardia con sus soldados –formados en tropas pagadas por él mismo–, y sus compañeros de armas lo admiraban fervorosamente, pues parecía luchar como poseído por una fuerza extraterrena. Esto ocurría más o menos en 1420.
Al volver a casa, en 1422 con 17 años, rapta a su prima Catherine de Thouarscon, de apenas 15, y se casa con ella en secreto (dicen que por un sacerdote previamente sobornado); la riqueza de su familia aumentaría considerablemente la suya, y lo convertiría en el hombre más rico de Francia. Pero no fue así, la familia de ella no aceptó la unión, y en venganza Gilles raptó a su suegra y la encerró hasta que cedieron los castillos que él demandaba.
Marie, su esposa, tendría una hija de Gilles, a los siete años de casada (la tendencia homosexual de él lo mantenían alejado de su cama), y luego huiría con la pequeña, sin que Gilles de Rais las reclamara.
Estamos ya en 1429, cuando se une a Carlos VII para luchar contra los ingleses en lo que se denominó la Guerra de los Cien Años. Aquí conoce a Juana de Arco y cae a sus pies, rendido de admiración. De hecho, se convierte en su protector y guardaespaldas.
Luchará a su lado para liberar a Orléans, con un pequeño ejército facilitado por Carlos VII, y así levantan el sitio, que ya duraba varios meses. Participó en las victorias de las batallas de Jargeau y de Patay, y junto a Juana se sentía “realizado espiritualmente”.
Ese mismo año, Carlos VII lo proclamó Mariscal de Francia, convirtiéndose en el único hombre en la historia francesa en ser mariscal con tan sólo 25 años, y logra acumular una inmensa riqueza; cuando Carlos VII se convierte en rey, Gilles de Rais adopta la flor de lis en su escudo de armas (muestra de la gran importancia que tuvo).
Pero la felicidad no dura para siempre; Juana, como ya sabemos, cayó en desgracia y fue condenada a muerte en 1431, y el protector de Gilles, el chambelán La Tremoille, también en 1434, lo que hizo que perdiera su condición de mariscal.
Gilles de Rais abandonó la guerra y se refugió en su castillo de Tiffauges, sin esa importante válvula de escape a su carácter. Se especula que fueron estos dos hechos los que detonaron su psicopatía, y una posible esquizofrenia se hiciera palpable.
La cosa es que a partir de 1432, aproximadamente, es cuando comienzan los crímenes. Se dice que Gilles de Rais era el hombre que más lujosamente vivía en Francia; montó varias obras de teatro para homenajear a Juana, daba fiestas orgiásticas y era muy generoso con sus invitados. Todo ello contribuía a que sus arcas fuesen quedando vacías.
Se dice también que por eso buscó la ayuda de nigromantes, de brujos, de alquimistas, para transformar materias burdas en oro. Claro que no lo logró, pero tal vez descubrió, con los sacrificios humanos que hubieron de hacer en ritos satánicos, sus verdaderos gustos: violar, torturar y asesinar a niños.
En esto no hay consenso en las fuentes: unas indican que fueron más de 1.000, y otras “algunos cientos” de niños secuestrados y asesinados; hay cierto acuerdo en decir 200.
Sus empleados y Francesco Prelati, el alquimista con quien mantenía relaciones homosexuales, le conseguían niños y jóvenes, de entre 7 y 18 años, para realizar ritos de invocación al demonio, y en su juicio relataría las terribles cosas que les hacía: los destripaba, los colgaba de ganchos, los ahorcaba, los degollaba, casi siempre se masturbaba ante la visión de la sangre fresca, los sodomizaba mientras agonizaban… El terror duró 8 largos años.
Cuando lo capturaron, el 15 de septiembre de 1440, fue a causa de un intento de anulación de la venta de uno de sus castillos; ya el comprador había adelantado una cantidad, pero De Rais quiso anular el trato. El hermano del comprador era un sacerdote, y se encontraba dando una misa cuando Gilles irrumpió en medio de la capilla con su caballo. Aunque ya el escándalo seguía de cerca al caballero francés por la cantidad de niños desaparecidos, no se decidían a utilizar la justicia (además, eran niños pobres e hijos de campesinos), pero este acto fue la excusa perfecta, pues fue acusado de irrumpir violentamente en una iglesia –lo cual era un delito religioso– y de asaltar la propiedad ajena –que era un delito civil–.
Fue acusado de satanismo y de herejía, acusaciones que él rechazaba. Debemos decir que Gilles de Rais se asumía como un gran creyente cristiano, y sólo ante la amenaza de ser excomulgado, y a pesar de ser torturado, accedió a admitir sus crímenes.
Aquella confesión, dicha a lo largo de varios días, conmocionó a Francia: uno de sus más grandes héroes era un asesino, un loco que disfrutaba de torturar a niños pequeños.
Hay quienes consideran a Gilles de Rais una especie de víctima, ya que en el juicio no se le permitió apelar por escrito, y sus exiguas propiedades pasaron a manos de la iglesia y a Juan de Bretaña, que, ya convertido en obispo, fue uno de los que más intrigó para lograr la condena del acusado.
El 26 de octubre de 1440, Gilles de Rais y dos ayudantes fueron condenados a la horca y a la hoguera, aunque como Par de Francia, tuvo la deferencia de que su cuerpo no fuese quemado y sí, en cambio, enterrado cristianamente en la iglesia de las carmelitas de Nantes.
Murió a los 36 años, y en 1695 Charles Perrault se inspiró en su vida para escribir el cuento “Barba Azul”. ¿Conocías a este siniestro personaje? Y si quieres saber más de estos temas, lee Asesinos en serie que siguen en libertad.