Es muy habitual que la gente confunda a los dioses de la Antigua Grecia con los del Imperio Romano, por lo que no deben extrañarnos preguntas como: «¿Vulcano era el griego o el romano?». Pero, para ser justos, estas son dudas válidas y lógicas, pues la mitología romana acogió, a su manera, a las deidades de sus predecesores helénicos. Por tanto, ahora queda preguntarnos algo: dioses griegos y romanos… ¿son una misma mitología?
Diferencias entre dioses griegos y romanos
Tras el periodo micénico, tomó relevancia en el Mediterráneo una de las grandes culturas de la Historia de la Humanidad: la civilización griega. Fue alrededor del año 1200 a.C. cuando dio comienzo la etapa histórica de la Antigua Grecia, que se convertiría en la primera gran civilización de Europa y en el germen de lo que hoy se conoce como cultura occidental.
Los griegos desarrollaron toda una mitología, inspirada en algunas creencias orientales, en la que las deidades no solo tenían aspecto humano, sino que incluso se dejaban llevar por sus pasiones y sentimientos al igual que hacían los mortales. Además, estos dioses estaban fuertemente ligados a los asuntos terrenales. De hecho, mientras las ciudades importantes competían por el poder, los griegos imaginaban que estos enfrentamientos estaban relacionados con las disputas internas entre los dioses.
Grecia sucumbió ante el poder romano en el año 147 a.C. Con su caída, los dioses griegos fueron renombrados por el emergente gran imperio del Mediterráneo. Ahora, estas deidades servirían a los nuevos amos, por lo que la Acrópolis griega fue abandonada y se erigieron nuevos templos en su honor. Finalmente, los romanos abandonarían el politeísmo por el culto a Jesús de Nazaret, que comenzó a ser predicado en Éfeso y cuyo culto fue establecido por el emperador Constantino. Este nuevo dios, que vino a desterrar a los anteriores, permitiría explicar una de las grandes preguntas de la Humanidad: qué hay en el más allá.
Mitología romana, ¿en qué se diferencia de la griega?
Los griegos idearon toda una mitología que explicaba el origen del Universo. Según recoge Hesiodo, en un principio solo había caos, del que surge Gea -también llamada Tierra-. Esta deidad engendró a Urano, con quien luego concebiría a los titanes, las titánides, los cíclopes y los Hecatonquiros. Sin embargo, Urano, que no quería tener hijos, retenía a sus descendientes en el vientre de la madre. Cronos, uno de los hijos no natos de Gea y Urano, castró a su padre como venganza. Sin embargo, la historia se volvió a repetir cuando el titán Cronos se casó con Rea. Cada vez que su esposa daba a luz, el titán devoraba al recién nacido. Rea logró salvar y esconder a uno de los pequeños, Zeus, quien más tarde vengaría a su madre matando a Cronos. Al morir, saldrían de su vientre todos los hijos que devoró.
De esta forma explican los griegos el origen de Zeus, el dios más importante de entre todas las deidades, tanto en la mitología griega como en la romana, con la salvedad de que en Roma era conocido como Júpiter. Ambos son conocidos por ser los dioses de los cielos, y su atributo más destacado es el rayo. También hay que recalcar que tanto Zeus como Júpiter estaban casados con su hermana, conocida como Hera por los griegos y Juno por los romanos.
Como vemos, la representación romana de los dioses del Olimpo es prácticamente igual a la griega. Sin embargo, Júpiter era también el encargado de las leyes y el orden social, además de ser la figura más importante de la triada capitolina.
Una de las diferencias que podemos apreciar entre el culto griego y el romano, entre los dioses griegos y romanos, es que los italianos solían reunir a sus deidades en grupos de tres, denominados triadas. La más importante de todas fue la ya mencionada triada capitolina, compuesta por Júpiter, Juno y Minerva. Esta última era la diosa de la sabiduría y la guerra y, al igual que el resto de dioses del Olimpo, Minerva era también una adaptación de otra diosa griega: Atenea. Es de ley remarcar también que esta triada capitolina se basaba en la triada etrusca compuesta por Tinia, Uni y Menrva.
A pesar de la tendencia general de los romanos de renombrar a los dioses del Olimpo, hubo un dios griego que conservó su nombre y se mantuvo como genuinamente griego. Es el caso de Apolo. Aunque en ocasiones ha sido descrito por los poetas romanos como Febo, lo cierto es que Apolo se puede considerar una divinidad greco-romana.
Otra de las aportaciones griegas a la mitología romana fue el antropomorfismo de los dioses. En un inicio, los romanos se imaginaban a sus dioses con apariencia similar a la de los elementos de la Naturaleza como, por ejemplo, las piedras. Sin embargo, acabaron adoptando la fisionomía humana de la mitología griega, así los dioses griegos y romanos empezaron a parecerse incluso en sus representaciones, por ejemplo Zeus y Júpiter eran dibujados y esculpidos de manera similar en ambas culturas. De todas formas, hay que recalcar que los romanos no consideraban que los dioses actuaran de forma idéntica a la de los mortales, por lo que su literatura se centró de forma menos exhaustiva en las actividades de sus deidades.
Por tanto, podemos resumir que los dioses griegos y romanos eran realmente parecidos. Los griegos desarrollaron toda una serie de mitos que se trasmitieron de forma oral a través de las generaciones. De hecho, según la mayoría de los clasicistas, los poetas griegos, como Homero, recopilarían los mitos de esta tradición oral para plasmarlos en sus poemas. Por su parte, los romanos adoptaron una mitología foránea y, en vez de transmitirla de boca en boca -lo que podría haber generado variaciones en los mitos-, la inmortalizaron en su literatura.