En el universo de la psique y la mente humana, hay un sinfín de particularidades y patologías que pueden afectarnos de diferentes formas. Enfermedades mentales extrañas, capaces de interferir en nuestras relaciones interpersonales y nuestra visión sobre el mundo que nos rodea. Si eres fanático de las películas de suspenso y terror, seguro que estarás familiarizado con el síndrome de Estocolmo. Se trata, en pocas palabras, de una muy rara patología en la que una persona que ha sido secuestrada, desarrolla una identificación, incluso un enamoramiento, por su secuestrador. Acompáñanos en Supercurioso a conocer la historia, el significado y los matices de este raro síndrome. ¡Empecemos!
La historia del síndrome de Estocolmo
Al igual que pasa con todas las enfermedades, de diferentes índoles, el síndrome de Estocolmo le debe su historia y el estudio al respecto, a un primer caso:
La historia comenzó en el año 1973 en la capital sueca, en pleno verano. El banco Kreditbanken, en el centro de la ciudad, protagonizó un atraco a mano armada que terminó en una situación de rehenes. El delincuente Jan Erik Olsson, presidiario que andaba de permiso, hirió a un oficial de la policía y dominó a otro, ambos enviados casi inmediatamente por la policía sueca. Tal situación duró seis días, en los que el secuestrador exigió tres millones de coronas, un vehículo y dos armas, comenzando así las negociaciones.
El gobierno solo accedió a llevar a un amigo de Olsson, Clarck Olofsson. Como el secuestrador amenazaba a los rehenes y ya había transcurrido demasiado tiempo, la policía decidió actuar. Afortunadamente, no hubo ningún herido, pero para sorpresa de todos una de las rehenes, Kristin Ehnmark, se mostraba reacia a ser rescatada. Es más, se puso del lado de Olsson y mostraba miedo ante la actuación policial.
Ambos delincuentes fueron condenados, y Olsson salió luego de 10 años en prisión, totalmente rehabilitado y con una amplia lista de fans. En el proceso judicial, todos los secuestrados estuvieron renuentes a testificar en contra de los secuestradores y cuando se les preguntaba por qué, explicaban que la policía les causaba terror, mucho más que los captores. Se sentían seguros con ellos.
Tras analizar tal comportamiento, el criminólogo Nils Bejerot llamó a ese tipo de identificación “síndrome de Estocolmo” para referirse a las situaciones de rehenes en las que éstos se “reconocen” en sus captores, aun a pesar del peligro en que los hayan puesto.
¿Qué es el síndrome de Estocolmo?
Este primer episodio sirvió para lanzar las primeras luces sobre un concepto que recién nacía, el síndrome de Estocolmo. Desde aquel secuestro, los criminólogos, psicólogos forenses y otros científicos han tipificado el síndrome como una reacción psicológica en la que la víctima desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con quien lo ha secuestrado.
Dentro de los estudios, se piensa que las personas más susceptibles de generar el síndrome son aquellas que han sufrido abusos, que han sido golpeadas o humilladas de forma reiterada durante su vida.
Este vínculo, que define el síndrome de Estocolmo, se desarrolla gracias a que el rehén malinterpreta la falta de violencia del secuestrador como una muestra de simpatía o un acto de humanidad hacia él o ella y exhiben dos reacciones típicas: por un lado, sentimientos positivos hacia los secuestradores y, por el otro, miedo e ira contra las autoridades policiales.
Como ambos, víctima y agresor, quieren salir ilesos del conflicto, se “asocian” y cooperan. Además, la pérdida total de control de quien es secuestrado es muy difícil de manejar, por lo que justifica ante sí mismo su cooperación frente a la posibilidad de sobrevivir. El poder lo tiene el secuestrador, quien se convierte en benefactor y por eso se desarrolla esta “relación” emocional donde el secuestrado al final agradece al autor del delito.
Causas y síntomas del síndrome de Estocolmo
Como lo mencionábamos, hay todo un componente psicológico previo, que impulsa o permite que en una persona que pasa por una situación de secuestro se desarrolle el síndrome de Estocolmo.
En primer lugar, el síndrome se presenta de manera casi exclusiva en personas que han atravesado situaciones de traumas o de violencia a lo largo de su vida. Por ejemplo, es usual en personas que han sido víctimas de violencia de género o doméstica, miembros de una secta, víctimas de abuso sexual o prisioneros de guerra.
Otra variante que se ha analizado sobre lo que genera el síndrome de Estocolmo, tiene que ver con una conducta infantil. El secuestrado, generalmente una persona que ha tenido problemas de afectividad en la infancia, empieza a concebir en su mente el vínculo con el secuestrador, como una relación padre-hijo. En ella, el buen comportamiento y la obediencia aparecen como factores claves para evitar castigos y que todo salga bien.
Con relación a los síntomas de este síndrome, generalmente son bastante uniformes. Lo primero que ocurre es que el secuestrado empieza a desarrollar sentimientos positivos por sus secuestradores. Empatiza con ellos y empieza a valorar cualquier conducta positiva como un gesto de bondad e incluso de afecto. Percibe al mismo tiempo otras dos cosas. La idea de que tanto él o ella como el secuestrador persiguen la idea de salir vivos de la situación, y la percepción de que la policía o personas encargadas del rescate, son realmente los verdaderos «malvados».
Otro caso emblemático
Han sido muchos los casos de este síndrome que han sido documentados hasta ahora. Otro de los más populares ocurrió en el año 1974. Se trató del secuestro de la nieta del magnate de la comunicación William Randolph Hearst, Patricia, por parte del Ejército de Liberación Simbionés (o Simbiótico), un grupo terrorista de extrema izquierda que operaba en San Francisco, Estados Unidos.
La joven de 19 años nunca fue entregada, antes bien, Patty, como la conocían, se cambió el nombre a Tania, como el seudónimo de la famosa guerrillera compañera del Che Guevara, y meses después la verían armada con un fusil y unida al grupo. Si bien este caso difiere del de síndrome de Estocolmo en el que la identificación de la víctima con su captor fue automática (Patty fue encerrada durante meses en un armario, vejada sexualmente y adoctrinada), también se considera una modalidad de este síndrome. La psique humana nunca dejará de sorprendernos, ¿no crees?
Otros síndromes extraños que debes conocer
Además del síndrome de Estocolmo, existen otros trastornos y afecciones que resultan verdaderamente curiosas. Conoce algunas de ellas.
- Síndrome de Enclaustramiento, estar atrapado dentro de tu propio cuerpo.
- Síndrome de Amok, la enfermedad de los asesinos en serie.
- Síndrome de Fregoli, conocer a desconocidos.
- Síndrome de Stendhal, cuando el arte duele.
- Síndrome de Noé, acumular animales.
- Síndrome de Münchhausen, provocarse enfermedades.
Y tú, ¿Conocías el síndrome de Estocolmo? ¿Qué piensas de este raro trastorno mental? Anímate a dejarnos tus opiniones en un comentario. ¡Estaremos encantados de leerte!