Pócimas, cartas, caracoles, escobas, hierbas, humeantes calderos, sombreros puntiagudos y gatos de brujas negros, son algunos elementos que de forma natural asociamos a la historia de las brujas. A lo largo de la evolución de la humanidad, millones de mujeres han sido acusadas, perseguidas, enjuiciadas, sometidas a pruebas torturadoras inauditas, y finalmente asesinadas de múltiples maneras. La justificación giró en torno a palabras que en aquellos años representaban la mayor atrocidad, pero que hoy comprendemos que no son más que una forma de disfrazar de demonios a aquellos seres que se atrevieron a ser diferentes. En el origen de las brujas nos encontramos con términos como herejes, hechiceras, amantes del demonio y plagas… así se llamó por siglos a mujeres que, en virtud de cánones de pensamiento estrictos y dogmáticos, acabaron sus vidas en la hoguera.
Hoy en Supercurioso nos hemos animado a contarte la verdadera historia de las brujas, cómo surgió la figura de la hechicería, tan temible en tiempos pasados, y las diferentes etapas en las que fueron perseguidas y torturadas estas mujeres. Es un tema que nos resulta apasionante, en especial si consideramos que cuestiones tan sencillas como tener una marca de nacimiento, o que tu comida provoque una indigestión en los comensales, pudo ser en la antigüedad un rasgo de brujería. Increíble, ¿no? Acompáñanos en este viaje por la terrible y cruel historia de las brujas.
La historia de las brujas… desde los inicios del tiempo
La historia de las brujas no es asunto reciente. Desde los más antiguos mitos agrarios, que relacionaban la fecundidad con el misterio de la renovación de las plantas, hasta sofisticados ritos supuestamente demoníacos, se erige la bruja –la mujer– como principal “usufructuaria” de habilidades o poderes mágicos para adivinar el futuro o influir en hechos y personas. Desde la era neolítica se obtienen las primeras referencias sobre el origen de las brujas. Se cree que en aquellos tiempos, una antigua religión solía practicar sacrificios humanos, asociados a la ejecución de rituales de brujería.
Si bien no es una teoría aceptada de manera generalizada, por falta de pruebas, sus defensores argumentan una coincidencia particular. Se trata de la supuesta correspondencia entre las “noches de brujas” (sabbat o aquelarre) y las fechas en que se realizaban los ritos de fertilidad para que la naturaleza no fuera invadida o poseída por el invierno, y diera grandes cosechas en el verano. Esto se correspondería con los meses entre el 31 de julio y el 1 de febrero de nuestra era. De allí que, cuando hablamos del origen de las brujas, cobran gran importancia simbólica y mágica los solsticios, que permanecen como un rastro ligado a influencias germánicas y celtas.
El origen de las brujas en las antiguas Roma y Grecia
Dos de las más grandes culturas de la humanidad, base inicial de nuestra civilización, son las surgidas en Roma y Grecia. Ambas regiones plagadas de leyendas y una mitología ancestral, forman parte importante de la historia de las brujas. Incluso, se cree que hubo una diosa predecesora de las brujas en estas sociedades. Era la deidad que representaba la envidia y los celos. Era personificada con serpientes en lugar de cabellos, y nombrada como Invidia por los romanos y Némesis por los griegos.
Más allá de esto, la historia de las brujas en las antiguas Roma y Grecia fue dual. Existía una distinción clara entre la magia buena, que era practicada de forma abierta por aquellos en quienes se había encomendado, y la magia mala, que se castigaba severamente. La magia benéfica se hacía en público y se consideraba necesaria. Para ello existían funcionarios oficiales. Se trataba de los augures romanos, sacerdotes encargados de practicar el arte de la adivinación.
La magia mala o negra, en cambio, se hacía para infligir daño, y se le atribuía generalmente a las maleficae –hechiceras, en latín–, de quienes hay numerosísimas menciones en textos clásicos. Según estos autores, las hechiceras tenían la facultad de transformarse en animales, de volar y de practicar la magia tanto en provecho propio como por encargo de otras personas. Solían dedicarse especialmente a la magia erótica, pero también eran capaces de provocar enfermedades o tempestades. Sus reuniones ocurrían de noche y hacían conjuros donde invocaban a las diosas Hécate, Artemisa o Selene. Sin embargo, y a pesar de todos estos detalles, los autores clásicos se mostraron casi siempre escépticos a las supuestas facultades de las brujas.
La brujería en la religión
Si bien, como hemos visto, el origen de las brujas es mucho más antiguo que el propio cristianismo, la realidad es que fue con las doctrinas religiosas que llegó la era más oscura de la historia de las brujas. En el Antiguo Testamento cristiano (la Torah judía) no se plantean distinciones entre buena y mala hechicería: sencillamente se prohíbe su práctica por considerarse apóstata, es decir, por renegar de Dios y creer en otros dioses. Se castigaba con la pena de muerte, tal como se lee en Éxodo 22:18: “A la hechicera no la dejarás que viva”. Lo curioso es que, tanto en la Torah o Antiguo Testamento como en la cultura grecorromana, la brujería aparece asociada mayormente a las mujeres.
Y aquí entramos en el terreno más escabroso y por el que más se conoce la historia de las brujas: su relación con el cristianismo de la Edad Media. Debemos mencionar, sin embargo, que los padres de la Iglesia, específicamente San Agustín de Hipona, mostraron dudas sobre la realidad de la brujería. San Agustín no creía en la facultad de metamorfosearse en animales, pero desarrolló la idea de que eran delirios provocados por el demonio.
A pesar de ello, se promulgaron varias leyes en contra de practicar la magia y la adivinación muy tempranamente: el Código Teodosiano en 429, el segundo Código Justiniano en 534, que prohíbe consultar astrólogos y adivinos, el Código de Elvira en 306, o el Concilio de Laodicea en 360, que pide la excomunión a quien practique brujería, adivinación, astrología o magia. Todo estaba condenado como culto pagano. A quienes eran acusadas de brujería, se les castigaba con torturas, y terminaban sus días con terribles entierros, con objetos tapando su boca, en fosas comunes apartadas y con pesadas losas que aseguraran que no pudiesen salir con hechizos.
La cacería de brujas del cristianismo
Fue a partir del siglo XIII cuando la historia de las brujas cambió para peor: comienzan a difundirse textos en donde algunos clérigos eruditos dejan pasar la idea de que los cristianos, a veces, permitían que el demonio se apoderase de ellos o de alguna parte de su ser. Es así como se pasa de ver la brujería como una superstición –o como resultado de ilusiones demoníacas– a verla como una práctica en la que se busca pactar con Satanás. De allí la necesidad imperiosa de descubrir quién puede ser bruja o brujo y de clasificar sus prácticas.
En este punto, la creencia de que el demonio interviene directamente en la vida cotidiana se hace más real que nunca, y la preocupación invade a todo el mundo. El origen de las brujas fue un paso más allá, y se le equiparó a la herejía. Fue entonces cuando Santo Tomás de Aquino formuló su famosa teoría de demonios íncubos y súcubos, con la que pretendió precisar la causalidad de las relaciones sexuales entre humanos y demonios (tal como narra el Libro de Enoc). La brujería se asocia definitivamente con el culto al diablo, la idolatría y la herejía.
Surge también el Malleus maleficarum (“El martillo de las brujas”), manual para inquisidores escrito por los dominicos alemanes Heinrich Krämer y Jacob Sprenger en el siglo XV, y personifica la peor pesadilla de prácticamente cualquier mujer de la época. No sólo certifica la existencia de las brujas, sino que afirma que el no creer en ellas es un delito equivalente a la herejía. Es una recopilación de gran cantidad de historias, presentadas no como superstición sino como hechos reales de pactos diabólicos y poderes mágicos, y muestra una notable obsesión por el tema sexual en relación con las brujas. La razón que esgrimen para identificarlas especialmente como mujeres es que “toda brujería procede del apetito carnal, que en las mujeres es insaciable”.
Recordemos que es justo en Alemania donde ocurrió una de las más célebres persecuciones de brujas de las que se tiene registro histórico. Los juicios de brujas de Wurzburgo fueron instigados especialmente por el Obispo Philipp Adolf von Ehrenberg de Wurzburgo, entre los años de 1626 y 1631. El sangriento saldo fueron más de 200 personas asesinadas en la ciudad, y unas 900 más en las regiones cercanas. Este oscuro episodio fue uno de los más destacados de la caza de brujas en Europa, y aunque fueron asesinados algunos hombres e incluso niños, la mayoría de las víctimas fueron mujeres.
Las prácticas que se les atribuían eran el pacto con el diablo, la celebración de aquelarres, el vuelo nocturno sobre animales voladores o sobre escobas, objeto casi exclusivo femenino; la transformación en animales, sobre todo en gatos negros, y la magia negra, es decir, hacer magia con fines malévolos donde supuestamente hacían morir al ganado o enfermaban a las personas. Ninguna de estas facultades ha sido probada nunca.
Casos asombrosos de brujas en la historia
Las brujas de Zugarramurdi
Cuando hablamos del origen de las brujas, y en especial de los casos más sonados, aparece sin lugar a dudas el de las brujas de Zugarramurdi, uno de los episodios más oscuros de la historia española. En el año 1608 el rey francés Enrique IV inició una cruzada para expulsar de sus tierras «todo vestigio de oscuridad y hechicería». Fue entonces cuando muchas jóvenes, aterradas por la persecución, huyeron a España. Pero la desgracia les perseguiría hasta el pueblo de Zugarramurdi. Un total de once supuestas brujas fueron acusadas y juzgadas. Cinco de ellas fallecieron en el proceso, debido a las terribles torturas e incluso el suicidio. El resto fueron quemadas vivas en la plaza mayor, marcando de sangre y humo cruel, la historia de las brujas.
Las brujas de Salem
Otro caso icónico de la historia de las brujas, es uno ocurrido en territorio norteamericano, y que ha sido objeto de muchos libros y películas. Se trata del caso de las brujas de Salem. En ese pequeño pueblo de Massachusetts empezaron a ocurrir sucesos extraños. Una mañana de enero de 1692, la casa del entonces reverendo Samuel Parris, amaneció atestada de gritos. Sus pequeñas hija y sobrina fueron presuntamente atacadas con mordidas, golpes, pinchazos y lastimaduras, por seres diabólicos. Un mes después, otras jóvenes del pueblo sufrieron de males similares.
La población, sumamente devota, empezó a buscar en los actos y el origen de las brujas, la explicación a aquellos males. Surgieron entonces los nombres de Sarah Osborne, Tituba y Sarah Good, como principales acusadas. La primera era una mujer que se había involucrado en relaciones carnales con un capataz, por lo que era vista como sucia. La segunda era una sirvienta y esclava sexual, proveniente de las Antillas, y la tercera, una mujer caída en la pobreza, luego de pagar las deudas dejadas por su difunto marido. El hecho fue que el clima en el pueblo se hizo tan tenso, que las acusaciones de brujería empezaron a multiplicarse en desbandada. En total fueron hechos más de 150 juicios y 19 ejecuciones. Años después, Ann Putman, la niña que fuese la primera presunta víctima de brujería, se disculpó públicamente por haber influido en causar la muerte de personas inocentes.
El temor a lo que no se comprende fue la principal causa de la muerte de muchos miles de seres inocentes, tanto en el catolicismo como en el protestantismo. La historia de las brujas está marcada por las torturas, la sangre y las hogueras a las que millones de mujeres fueron sometidas, sin que hubiese reales pruebas para ello. Si te llama la atención este tema, no te pierdas las historias de las brujas españolas más conocidas, ni esta selección de imágenes históricas de las brujas. Y tu… ¿Crees que existe la brujería? ¿O solo fue una excusa para la crueldad? Déjanos tus opiniones en un comentario. ¡Estaremos deseando leerte!