La historia del mundo y de las diversas civilizaciones que en él se han desarrollado ha sido marcada por la voz y la acción de mujeres inolvidables. Mujeres que se han enfrentado a los paradigmas sociales más férreos, en aras de hacer sentir y reconocer su inteligencia, sus talentos y su valor. Nombres como el de Juana de Arco en la historia, Virginia Woolf en la literatura y Frida Kahlo en las artes, han retumbado por siglos, como muestra del poder femenino. En esta oportunidad, hemos querido aproximarnos a la historia de una increíble mujer pionera en algo que para nosotros es común y cotidiano, pero que hace algún tiempo era una verdadera proeza: la primera mujer universitaria del mundo: Elena Cornaro Piscopia
Elena Cornaro Piscopia rompió por completo los paradigmas en una época en la que la sociedad era notoriamente dominada por los hombres y las mujeres estaban confinadas a la vida familiar y las labores domésticas. La realidad de la sociedad moderna, en la que hombres y mujeres comparten las aulas de clases con naturalidad, no siempre fue así. Al igual que el derecho al voto, la educación universitaria para la mujer llegó tarde.
Es por esto por lo que en Supercurioso queremos que nos acompañes a descubrir la historia de la primera mujer universitaria del mundo, que, como si esto no fuera poco, logró, también, un título de doctorado.
¿Quién fue la primera mujer universitaria del mundo?
Nacida en el año 1646, la joven Elena Lucrezia Cornaro Piscopia se convertiría en la primera mujer universitaria del mundo que, además, alcanzaría una titulación universitaria de alto nivel: su intelecto brillante la haría destacar desde la infancia, hasta convertirse en la primera fémina que logró obtener un doctorado.
Elena nació en el seno de una familia noble veneciana. Fue la quinta de siete hermanos, y desde pequeña, dio muestra de grandes capacidades para el aprendizaje. Su padre, gracias a que supo ver facultades especiales en ella, incentivó su educación, facilitando así su camino.
La filosofía, la poesía, la música y los idiomas se contaban como las principales pasiones de la primera mujer universitaria del mundo. Tenía una habilidad natural para cantar, tocar y componer poemas; además, su bagaje cultural la hacía muy diestra en el manejo del latín, el griego, el francés, el inglés y el español, idiomas que manejaba con fluidez y que la ayudarían en la búsqueda del éxito.
En cuanto a su vida amorosa, si bien no le faltaron pretendientes interesados en contraer nupcias con ella, hizo, con apenas once años, un voto de castidad. A los diecinueve años, Elena decidió tomar votos como monja benedictina, aunque continuaba viviendo con su familia.
Fue esta la decisión que le permitió continuar ligada al mundo académico y avanzar en sus estudios. Habiéndose matriculado, con ayuda de su padre, en la Universidad de Padua, la joven recibió formación de parte de los maestros más reconocidos de la época. Empero, cuando introdujo ante la universidad su solicitud para graduarse, se encontró con una inmensa barrera: Ninguna mujer tenía permitido el recibir el título de Doctor en Teología, aunque sus conocimientos y aptitudes eran sobradamente suficientes para merecerlo.
1. Elena Cornaro y la controversia con la universidad
Para Elena Cornaro Piscopia, convertirse en la primera mujer universitaria del mundo en obtener el título de doctora no fue en absoluto una tarea sencilla. El cuerpo académico de la Universidad de Padua había aceptado su graduación, pero el canciller de la casa de estudios, el cardenal Gregorio Barbarigo, se negaba a aceptar que una mujer pudiera obtener un título en Teología. Al final, el 25 de junio de 1678, la joven defendió su tesis con gran ahínco, logrando ser aceptada por el Colegio de Médicos y Filósofos.
Su defensa se consolidó en un complejo examen que debía ser superado frente a centenares de personas provenientes de diferentes universidades. A pesar de lo que se esperaba, Elena realizó una presentación magistral que, sin duda alguna, desplegó las múltiples habilidades que la joven poseía.
Aunque no le fue otorgado en título en Teología, gracias a su gran inteligencia, con treinta y dos años Elena recibió el título de Doctora en Filosofía. Durante la ceremonia se le impusieron la corona de laurel, el anillo de doctor y la muceta, tal como dictaba la costumbre de la época.
Desde entonces, la joven se convirtió en una celebridad. No solo por ser la primera mujer universitaria del mundo, alcanzando un alto nivel académico, sino por deslumbrar con su brillante intelecto a todo el que la conocía. Tan llamativo resultó su caso, que el propio Rey de Francia, Luis XIV, pidió al cardenal de París que, en un viaje hacia Roma, se detuviese en Padua a averiguar por la mujer.
Y así se hizo. El cardenal y dos docentes de la Sorbona se reunieron con Elena y confirmaron que la primera mujer universitaria del mundo era dueña de una reputación destacada, la cual era del todo merecida. Así se convirtió en un personaje académico importante, buscada por investigadores y estudiosos de todas partes.
2. El fin de una académica y la muerte de la primera mujer universitaria del mundo
La primera mujer universitaria del mundo consagró su existencia al estudio y la academia, con una pasión que la acompañaría hasta el final de sus días. Dividía su tiempo entre las labores de investigación y las tareas de caridad. Sin embargo, las largas horas de estudio, de trabajo social, de la mano con el ayuno y la flagelación, terminaron por deteriorar su salud, lo que produjo su prematura muerte el 26 de julio de 1684, con tan solo treinta y ocho años.
Su padre ordenó esculpir una estatua en su honor, pero no fue colocada. A pesar del gran reconocimiento que ganó en vida, la primera mujer universitaria del mundo fue pronto pasando a las páginas del olvido. Fue hasta 1895 cuando una abadesa benedictina americana hizo las gestiones para localizar la tumba de Elena, en la Basílica de Santa Giustuna. Apenas en 1969 la Universidad de Padua inició investigaciones sobre su vida.
Así fue como Elena Cornaro Piscopia ha pasado a integrar por siglos, junto a otras miles de mujeres históricas, las brumas de una historia a la que le ha faltado reconocimiento. Las ciencias, la aviación, la academia, la literatura y las artes nos hablan de mujeres que fueron condenadas por las épocas que vivieron y que no recibieron en vida la recompensa a sus talentos.
Casos como el de Mary Anning, la primera paleontóloga reconocida, o el de la emblemática científica Marie Curie, nos demuestran que la sociedad se ha empeñado durante siglos por condenar a la mujeres a un segundo plano.
Pero, así como la sociedad ha sido fuerte en sus ideales, muchas féminas brillantes han logrado abrirse un lugar en diversas áreas, marcando con sus pasos un nuevo y luminoso camino para las generaciones venideras. Elena Cornaro, la primera mujer universitaria del mundo, así lo demuestra.
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